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lunes, 26 de noviembre de 2007

Fragata Libertad


14/05/07 INFORMACIÓN DE PRENSA Nº 111/07
Crónicas de la Fragata Libertad I

(La siguiente es la primera de una serie de notas de cobertura del viaje de la Fragata Libertad que realiza el curso de instrucción de las y los cadetes de la Escuela Naval Militar para concluir su preparación como oficiales de la Armada).

(Por Juan Cortelletti, a bordo de la Fragata Libertad. Diplomático argentino invitado a participar del viaje de instrucción de la Fragata Libertad).
La noche que puse un pie en la Fragata Libertad un hombre peinado a la gomina y de traje negro cantaba “La última curda” en la cubierta lustrada, rodeado de diplomáticos, agregados militares, generales y autoridades políticas. Luego dos bailarines se hicieron lugar entre la gente al compás de una milonga. Las señoras comentaron la sensualidad de esa morocha bajita que adornaba con las piernas los desplazamientos de su pareja. La lluvia que supuestamente iba a arruinar la recepción que la tripulación ofrece en cada puerto había dejado lugar a una noche abierta y calurosa. Cuando la música terminó, el Comandante, Pablo Vignolles, alzó su copa de champaña y dirigió unas palabras de bienvenida en las que aprovechó para comentar la historia del buque. Dijo que fue hecho por argentinos, con productos nacionales y en un astillero nacional, el Río Santiago; que hace poco recibió su “reparación de media vida”, en la que se lo modernizó para navegar otros cincuenta años y para recibir a las primeras guardiamarinas mujeres; y remarcó que la Fragata es, sin dudas, un pequeño trozo de territorio argentino.

Fue entonces, en La Guaira, Venezuela, a pocos kilómetros de Caracas y a pocos minutos de haber subido la rampa que comunicaba el barco con el muelle, cuando entendí que el objetivo evidente e histórico del viaje anual de la Fragata Libertad –la formación final de los guardiamarinas argentinos- en realidad no es el único. Hay otra finalidad, no menos importante, que es dar a conocer a la Argentina en términos generales, difundir lo que suele llamarse “marca país”. El mecanismo es simple pero efectivo: primero, ubicar a la Fragata con toda su elegancia en el puerto de una ciudad; luego, recibir a los cientos de visitantes que se sienten atraídos y quieren conocerla; y, por último, cuando están a bordo, ofrecerles una suerte de “vidriera nacional”. Nadie se va del barco sin entrar en contacto al menos con alguna expresión de las costumbres, la música, la industria, la pintura, la literatura, el turismo o el deporte del país.

Al día siguiente de la recepción, la Fragata estuvo abierta al público. Una colección de cuadros de artistas nacionales se desplegó en el sector de popa. Los temas de las obras expuestas fueron variados pero todos relativos a la Argentina: La Boca, el tango, el obelisco, la propia Fragata Libertad navegando en aguas abiertas con las velas desplegadas, paisajes del norte, el folklore, la Patagonia, entre otros. También se presentó una colección de libros de editoriales nacionales, mientras a un costado un televisor mostraba la destreza futbolística de nuestros jugadores. Decenas de visitantes –periodistas, militares, turistas y curiosos en general- se acercaron al barco y, de paso, se sumergieron un rato en el país.

Los guardiamarinas oficiaron de guías turísticos, recorriendo las instalaciones con grupos reducidos y e introduciendo a los interesados con una breve presentación, sin saltearse algunos datos de rigor: la Fragata Libertad realizó 38 viajes y recorrió 720.000 millas, el equivalente a 33 vueltas al mundo; visitó más de 500 puertos en 60 países; formó a 11.000 marinos argentinos y cuenta con una tripulación de 212 hombres y mujeres.

El viaje de instrucción de este buque escuela dura ocho meses y hace un recorrido espectacular –“derrota”, en el lenguaje de los marinos- por América y Europa. Entre otras ciudades, visita San Juan de Puerto Rico, Dublín, Ámsterdam, Génova, Barcelona, Londres, Cartagena de Indias y Valparaíso. La navegación es a motor y a vela, en forma alternativa o simultánea. Es decir: a veces viaja propulsada únicamente por sus dos motores gasoleros, a veces sólo por el viento y, en ocasiones, puede hacerlo con ambos métodos al mismo tiempo. Si va con prisa para cumplir con el cronograma avanzará con todo lo que tiene: gasoil y viento; si quiere economizar combustible o aprovechar un clima favorable, como un viento de popa, a pura vela; y si quiere maniobrar con precisión, como para entrar a un puerto, lo hará exclusivamente a motor.

Según opiniones experimentadas, la Fragata Libertad es unos de los buques escuela más pintorescos del mundo, junto con el italiano, el chileno y el español. Tiene tres altos palos en los que se despliegan 27 velas, una superficie de 2.652 metros cuadrados y 103,7 metros de eslora (largo). Obtuvo premios internacionales, como la Gran Medalla, cuando batió el récord de velocidad en el cruce del Atlántico promediando los 10,1 nudos a vela, y ha pasado el equivalente a 17 años en el mar.

Por su historia y por su valor como representante del país en el exterior, la Fragata Libertad ha obtenido un status especial: es embajadora itinerante de la República Argentina.

La cotidianidad en el mar

El día a día a bordo del barco es interesante y curioso para un no militar. A las ocho de la mañana hay formación, lo que significa que todo el mundo sube a cubierta y se organiza espacialmente según funciones y jerarquías. Allí se saluda, se dice la fecha, se anuncia si hay algún cumpleaños en la tripulación, se asignan tareas y se establecen las reuniones del día: por ejemplo, una charla sobre la ciudad de San Juan de Puerto Rico “a las diecisiete cero cero”.

Luego comienza la jornada. Los guardiamarinas duermen en los “sollados”, dos grandes habitaciones con más de quince camas triples cada una. Tienen una sala de estar, con televisores, mesas y sillones, un aula con computadoras y un pequeño gimnasio con aparatos de musculación. Cuando no están de guardia, ya sea en el puente de comando, en la sala de máquinas o donde sean asignados, tienen tiempo libre que matan escuchando música, viendo películas y, con una adicción que a veces los hace dormir pocas horas, la serie “Lost”.

Las cuatro primeras mujeres argentinas guardiamarinas –dos de Buenos Aires, una de Salta y una de Mar del Plata-, que viajan hasta Génova, duermen en un “sollado” propio que se construyó en la última remodelación. Funcionalmente, esto es lo único que las distingue de los oficiales varones. Por lo demás, hacen las mismas tareas que los hombres: trepan hasta el tope de los palos cuando trabajan de “gavieras”, hacen guardias nocturnas y realizan maniobras. El único límite pasa por la fuerza, cuando la tarea en cuestión es tirar de un cabo demasiado duro o cazar (desplegar) una vela trabada, actividades que generalmente realizan los varones.

Durante el día, en la cubierta se puede ver a grupos de suboficiales trabajando al aire libre. Los oficiales se turnan en el puente de comando, donde se sigue la “derrota” minuto a minuto, se observa la ubicación del buque a través de un sistema de posicionamiento global y se revisa el radar para saber si hay alguna embarcación alrededor.

Los guardiamarinas tienen tres comidas o “ranchos” -desayuno, almuerzo y cena- en los que se sirve de todo un poco: pastas, fideos, pollo, hamburguesas, churrascos y ensaladas. Cuando se navega, hay dos platos, y cuando se está en puerto sólo uno. Y siempre hay postre. Como regla general, nada se puede comer con la mano, a excepción de las empanadas. A la naranja, por ejemplo, hay que pelearla con cuchillo y tenedor.

Después de almorzar y de cenar, se abre una cantina que los propios guardiamarinas organizaron para poder darse algunos lujos, como tomar cervezas, gaseosas y café, y comer chocolates, papas fritas y panchos. El clima entre los jóvenes oficiales es de gran amistad y compañerismo, son un grupo que se conoce desde hace cinco años, cuando ingresaron a la Escuela Naval. Incluso los invitados recibimos el mejor trato y compartimos todas las actividades. Hay representantes de otras fuerzas armadas de la Argentina, y también de Uruguay, Paraguay, Chile, Perú, Brasil, Irlanda y Sudáfrica.

Roles y personajes de la Fragata

En la Fragata Libertad viajan dos peluqueros, un sastre, dos panaderos, un profesor de educación física y hasta un cura. Por supuesto, hay electricistas y maquinistas, pero los primeros oficios sorprenden más. Para los que realizan todo el viaje, son ocho meses completos fuera de casa, viajando en el mar, desde el 7 de abril hasta el 8 de diciembre. La ropa se rompe y el pelo crece y la tripulación espera poder hacer las mismas cosas que en tierra firme.

El profesor de educación física, por ejemplo, da clases de gimnasia y está a disposición para organizar rutinas en el gimnasio. El sastre tiene un pequeño cuarto en un subsuelo, por debajo de la línea de flotación, donde la gente le acerca las prendas rotas. Y los panaderos trabajan toda la noche para que esté listo el pan a la hora del desayuno.

Pero quizás el trabajo más particular es el del sacerdote, Gastón Martini, un capellán que organiza misas todos los domingos y deambula por el buque en busca de marinos que quieran confesarse o, al menos, conversar un rato. Es un hombre bajo y simpático que se la pasa haciendo chistes y al que le tocó viajar hasta el puerto de Génova, donde será reemplazado por otro cura.

“Mi trabajo es ocuparme de las almas. Tengo una excelente relación con los chicos y eso genera un acercamiento que facilita el diálogo. Trato de que no haya distancias para evitar que la gente no tenga miedo de venir a hablarme”, cuenta Martini.

Los problemas de salud, por su parte, también están previstos. A bordo viajan dos médicos, un bioquímico y una odontóloga, que cuentan con todo lo necesario: consultorio, instrumental, medicamentos y hasta un quirófano. En el tramo Venezuela – Puerto Rico, por ejemplo, se le diagnosticó apendicitis a un cabo, pero finalmente se decidió derivar la cirugía a un establecimiento de San Juan de Puerto Rico.

Los que aún no entraron en acción, por suerte, son los nadadores de rescate, un grupo de suboficiales entrenado especialmente para intervenir en un caso de “hombre al agua”. Realizan guardias constantes y, si un tripulante se cae al mar, su trabajo es tirarse por la borda y mantener al hombre o mujer a flote hasta que el barco pueda maniobrar para rescatarlos, tarea muy compleja cuando se navega a vela.

Otro oficio de riesgo que debe ejecutarse a diario es el de los gavieros. Cuando uno sale a cubierta y mira hacia arriba, puede ver hombres vestidos con remeras a rayas realizando tareas en los palos, a varios metros de altura. El palo mayor, por ejemplo, tiene 48,9 metros y alguien tiene que subir para desaferrar el “sobrejuanete”, la vela más alta. Verlos desde abajo da vértigo, el balanceo del barco se amplifica en la punta de los palos y la remera a rayas se mueve de un lado al otro con el cielo de fondo. Sin embargo, a todos parece gustarles el trabajo y de hecho a veces suben por placer. A mí ya me invitaron varias veces para que haga la experiencia. Por ahora, navegando hacia Puerto Rico, me resisto. Prefiero la seguridad de una silla en la cubierta y disfrutar del paisaje único de la Fragata avanzando a en mar abierto.

JUAN CORTELLETTI. Diplomático argentino invitado a participar del viaje de instrucción de la Fragata Libertad.


Vivir inclinado
Imagínese vivir cuatro o cinco días inclinado, es decir, con el piso caído para un costado. Eso es lo que ocurre en la Fragata Libertad cuando el barco navega a vela y se “escora” por la fuerza del viento. La vida diaria cambia bastante cuando el suelo no está a nivel: las cosas se caen de la mesa, la cama es incómoda y el agua de la ducha sale para el costado. No queda otra que adaptarse. Comer con una mano mientras se sostiene todo con la otra –el vaso, el plato y los cubiertos-, colocar algo debajo del colchón para emparejarlo y apoyarse en las paredes del costado de la ducha para que el agua caiga donde debe. El resto es fácil, caminar un poco torcido y evitar confiarse de cualquier superficie que invite a apoyar algún objeto de valor.

Buenos Aires, 14 de mayo de 2007

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