¿Quien dijo que la mujer no puede ser un lider?. Indudablemente se vienen tiempos de cambio en todos los ambitos y estamentos políticos.
Juana Azurduy de Padilla.
Cuando una mujer me hablo de esta heroína, quede asombrado y me pregunte: ¿PORQUE NO UNA MUJER AL PODER PARA SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS DE NUESTRA SOCIEDAD?
Una Mujer ejemplo de compromiso, honestidad, lucha, valor y ejemplo para imitar.
¿En las elecciones municipales habrá otra Juana Azurduy?
Esos momentos que sumados se vuelven historia, y nos obligan a voltear la mirada y otear en la memoria de América latina. Nos lleva a rescatar a mujeres que sin olvidar su condición de tales han colaborado con su ímpetu a los sueños de libertad de nuestras tierras, actuando junto a los hombres en la revolución.
A partir de 1809 ha comenzado a escribirse la historia de los amantes guerreros: Padilla dominaba con sus armas el territorio entre el río grande y el Pilcomayo, bajo la dirección de arenales, a quién había acompañado en sus últimas operaciones (...) Acompañaba le en sus correrías su esposa, doña Juana Azurduy, que llegó a hacerse tan famosa como su marido, por su valor, sus hazañas y por su ascendiente sobre los naturales. Esta heroína oriunda de Chuquisaca, Bolivia, educada en un convento, casada con Padilla a los 25 años, de gallarda presencia, rostro hermoso, y tan valiente como virtuosa, contaba en aquella época con 35 años de edad.
Las guerras de liberación por América marcaron la vida de Juana, madre de 4 pequeños, engendrados en los primeros cuatro años de casada, eligió compartir su tarea de madre y esposa con la guerra. Esta elección marcó por completo su vida.
Juana ante el acecho del ejercito realista y viendo el peligro que corrían sus hijos, se interna en un monte desconocido. No hay alimentos, no hay más adultos que ella; sus soldados escoltas han huido asustados. No hay caminos conocidos; no hay refugio posible a los fuertes vientos y a la plaga de insectos que llenan de pestes el cuerpo de sus pequeños. Aquí enferman sus cuatro hijos, y encuentran la muerte antes de la llegada de su padre Manuel Padilla, en auxilio de la madre guerra.
Pero en la vida de esta mujer parece no haber límites, con treinta y tres batalla ganadas junto a su ejército de leales, y el reconocimiento del general Belgrano, quien le obsequió su sable favorito y obtuviera para ella el nombramiento de teniente coronel.
Entre tanta guerra y muerte, Azurduy trae en su vientre al quinto fruto de los amantes guerreros. Y en plena batalla comienza con los dolores de parto; ayudada por unas indias y custodiada por un grupo de soldados, nace junto al río grande Luisa Padilla, a más de 12 leguas de donde su padre es atacado por el ejército realista, y la niña experimenta ahora en brazos de su madre los ardores de la vida revolucionaria.
Presumiendo que su jefa está débil, el grupo de soldados que custodiaba a Juana Azurduy, consideró que era el mejor momento para traicionarla, y arrebatarle la caja con el tesoro de sesenta mil duros, el botín de guerra que cuentan para su supervivencia, las tropas revolucionarias y que Juana Azurduy custodia con celoso fervor. Los hombres arremeten contra la tenienta coronel, que se alza frente a ellos con su hija en brazos y la espada obsequiada por Belgrano, tendida hacia delante en ademán de ataque. Juana, feroz y decidida, ordena en quechua acciones bélicas a su tropa de indios amigos. Juana Azurduy monta a caballo con su pequeña hija en brazos y juntas, se zambullen al río, logrando llegar con vida a la otra orilla.
Son estos episodios quizá los más privados en la vida de Juana Azurduy, pero restan todavía algunos desprendimientos y varias pérdidas: la hija recién nacida se queda a cargo de Anastasia Mamani, quien la cuidará durante el resto de los años que su madre continúe luchando por la independencia americana. La muerte, en tinteros, de Manuel Asensio Padilla. Las travesías para rescatar su cabeza, incrustada por el enemigo en una pica, en la plaza pública, como forma de escarmiento a quien se atreva a ir en contra de las fuerzas realistas. Restan los esfuerzos de Juana Azurduy por reorganizar una tropa sin recursos, acosada por el enemigo, que ha perdido toda colaboración porteña. Resta la pasión vehemente, la tenaz persistencia de esta mujer convencida de que la libertad americana no debe abandonarse.
Tras la muerte de su esposo, Juana Azurduy combate en el norte argentino, como en sus tierras, junto a las tropas de Güemes. Tras la muerte de Güemes, sin más combate y sin recursos para volver a la patria, Juana deberá esperar hasta 1825 para alcanzar la independencia.
Basta con escuchar la historia de Juana Azurduy, para dejar de ignorar que el rol de la mujer latina en nuestra independencia no puede ser jamás olvidado, y dejar de pensar que nuestra libertad solo se la debemos a los hombres.
Material envíado por:
Martin Bron
FM La Ranchada 103.7
Programa: Cinco Sentidos
Córdoba - Argentina
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