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jueves, 6 de diciembre de 2007

Nepotismo Entre Las Hormigas ¿ES UNA COPIA DE NUESTRA CLASE POLÍTICA?





INDUDABLEMENTE ALGUIEN SE COPIO DE ALGUIEN Y LO MAS SEGURO FUERON NUESTROS POLÍTICOS DE LOS INSECTOS. PORQUE NO LES ALCANZA LA CANTIDAD DE NEURONAS PARA MEJORAR SU CONDUCTA ANTISOCIAL.
LA PRUEBA LA TENEMOS QUE LAS HORMIGAS TIENEN CODIGOS DONDE SE RESPETA UNA NORMA Y CONDUCTA PROPIA DE UNA SOCIEDAD BIEN CONSTITUIDA. LO PARADOGICO DEL POLÍTICO ES QUE SABE DE LA EXISTENCIA DE ESTAS NORMAS PROPIAS PERO NO LAS RESPETA, CUMPLIRLAS MENOS.
Los insectos sociales (hormigas, abejas, avispas y alguna otra especie de himenópteros) constituyen un ejemplo de la variedad evolutiva de nuestro planeta. En estas verdaderas sociedades, el bien común, programado genéticamente, implica que casi todas las hembras abandonen, normalmente, sus funciones reproductivas, para dedicarse a trabajar por la descendencia de la reina. Aunque existe una gran diversidad entre las diferentes especies, en general en estas colonias las hembras son obreras, salvo una que específicamente se dedica a producir descendencia, la reina. La cooperación y el altruismo son características necesarias, y popularmente se ha tomado como ejemplo a estas hacendosas obreras, incluso como modelo para las sociedades humanas.

Sin embargo, el fenómeno no es tan sencillo como parece. En primer lugar, nos podríamos preguntar por qué y cómo se ha llegado a disponer de esta completa estructura social con hembras trabajadoras y hembras reproductivas, y con el diferente papel que se asigna a los machos. De hecho, entendiendo la selección natural como un proceso en el que los genes se copian de una generación a la siguiente, ¿cómo a través de esta selección se producen en una especie individuos que nunca se van a reproducir? Evidentemente, esta es una visión simplista del complejo entramado de procesos relacionados con la evolución, y de hecho la socialidad que vemos en estas especies de insectos ha ido apareciendo en la historia de la vida en nuestro planeta en diferentes momentos, y no solamente entre insectos (desde artrópodos como algunas especies de arañas a vertebrados como pájaros o ratas). Las hormigas, en las cuales hay una completa división del trabajo de las hembras, muchas de las cuales -las obreras- aunque tengan ovarios no producen descendencia, pero se encargan del cuidado de la prole de las hembras que sí la tienen -una o varias reinas-.

En los años 60 el biólogo William Hamilton planteó que la conducta cooperadora y la división del trabajo de las obreras de los insectos sociales tenían origen genético y que por lo tanto su desarrollo obedecía a los mismos procesos de selección natural del más apto, entendiendo que esa eficacia inclusiva no sólo es la de supervivencia de los genes de un propio individuo, sino que incluye a la de los genes de los parientes genéticos. Una obrera puede ayudar a sus hermanas porque esto supone un beneficio que supera al coste del trabajo que le ha tocado. En biología, esta afirmación, conocida como regla de Hamilton, supone un mecanismo que permite analizar las conductas sociales desde una perspectiva evolutiva.

Un factor clave es la forma en que se percibe ese parentesco, y cómo afecta a la cooperación entre individuos. Desde hace tiempo se había comprobado que en colonias de abejas (Apis mellifera) en las que conviven varias reinas, en la época previa a la separación de la colonia, aparece el nepotismo: las obreras cuidan más de la descendencia de las reinas a quienes les une mayor parentesco, e incluso llegan a matar a sus hermanos machos para evitar que fertilicen a una reina que no es hermana de ellas. En el caso de las hormigas, consideradas sociedades completamente cooperativas (o eusociales) este fenómeno no se había observado.

Sin embargo, se ha publicado recientemente en la revista Nature un estudio dirigido por la bióloga Lotta Sundström, de la Universidad de Helsinki, en el que se analiza la conducta de las colonias de una especie de hormiga, la Formica fusca. Habitualmente estas hormigas forman colonias con dos reinas, por lo que son un lugar idóneo para encontrar conductas que favorezcan a los parientes cercanos. Los resultados evidencian que así es: las hormigas obreras favorecen a las de su estirpe cuando están al cuidad de huevos y larvas. Conseguir demostrar esta conducta no fue sencillo, y se analizaron en detalle diez colonias diferentes, en las que se comprobaba cómo variaba la proporción de huevos y larvas de cada una de las reinas en las diferentes zonas de crianza de la colonia, realizándose estudios genéticos tanto de las reinas como de las larvas y las obreras a su cargo, empleando marcadores genéticos (llamados microsatélites de DNA, que permiten comprobar de forma eficiente si dos individuos tienen un parentesco cercano o no).

Los datos prueban la influencia de las obreras para conseguir que los genes de sus parientes cercanos se propaguen a las siguientes generaciones, bien porque cuidan más esas larvas, bien porque, como se ha comprobado en casos, llegan al asesinato de pupas no deseadas. Una cuestión que completaría esta comprobación de uno de los mecanismos más complejos y menos comprendidos de la evolución está aún pendiente: la manera en que ese parentesco puede ser reconocido por una obrera. Se estima que existen marcadores químicos que son "olidos" por las obreras y que les permiten esa identificación.

Genes Egoístas
Richard Dawkins, zoólogo y gran divulgador científico, popularizó la expresión "gen egoísta" en uno de sus libros para el gran público. Aunque la idea de egoísmo parece querer indicar una especie de voluntad o capacidad de pensamiento, algo de todo punto imposible para un gen (y ello ha hecho que a menudo se malinterprete esta visión de la evolución como un proceso que se desarrolla en un plano genético), lo cierto es que fenómenos como el de los insectos sociales se explican más adecuadamente pensando en la supervivencia de los genes. La eficiencia inclusiva, que permite a una hormiga obrera no reproducirse ella misma, pero ayudar a la reproducción de un pariente cercano, tiene su base precisamente en un parentesco genético. De hecho, son los genes el principal sujeto de la reproducción, y, en cierto modo, un individuo es el mecanismo por el que los genes consiguen perpetuarse. Los genes que permiten o promocionan la conducta social producen éxito reproductivo, y estarán más representados en las generaciones siguientes. Esto es lo que acaba promocionando estas complejas conductas cooperativas. Pero también el nepotismo.

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