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miércoles, 24 de diciembre de 2014

QUE EN ESTA NAVIDAD CADA HOGAR SEA LLENO DEL AMOR DE DIOS

Algunas veces me gusta compartir algo que en una fiesta tan especial, como ésta navidad, nos haga tener una mirada diferente, profunda de nuestro entorno y de la importancia de ser sensibles ante la necesidad de los niños.
Unos vecinos por los años 90, respondieron a una invitación efectuada por el Departamento de Educación de Rusia, para instruir sobre la moral y la ética en las escuelas públicas, fundada sobre los principios de integridad y honestidad.
Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos de la policía y en un gran orfanato.
En el orfanato había alrededor de un centenar de personas y entre ellos había niños y niñas, que habían sido abandonados, abusados, vejados y dejados en manos del Estado Ruso.
Nuestros visitantes nos relatan una historia llena de vida y asombro:
Se acercaba la época de las fiestas navideñas del año 1994, los niños del orfanato iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de la Navidad, recuerden que por aquel entonces existía una prohibición de muchas practicas fundadas sobre proselitismo religioso o educación cristiana.
Les contamos acerca de la tan conocida y verídica historia sobre dos personas comunes, el matrimonio de: María y José el carpintero, llegando a Belén, de como no encontraron lugar en los albergues, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesus nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían impedir el fluir de sus emociones, como su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada momento e instante plenamente lleno, de una atmósfera amorosa.
Una vez terminada la historia, les dimos a los chicos unos pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco establo. A cada chico se le dio un cuadradito de papel cortado de unas servilletas amarillas que yo había llevado conmigo. En la ciudad no existía un solo pedazo de papel de colores.
Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como paja. Unos pequeños cuadraditos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora extranjera dejó en dicha ciudad, fueron usados para hacerle la manta al bebe. De una tela marrón que llevábamos entre nuestras pertenencias, recortaron la figura de un bebe.
Mientras los huérfanos estaban ocupados armando sus pesebres, caminábamos entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda.
Todo se desarrollo con normalidad, hasta que observamos con atención a un niño Ruso, cuyo nombre lo dejamos liberado a la imaginación del lector.
Ya que ese niño puede ser alguno de los tantos Jóvenes, Adultos ó Ancianos que pululan por nuestra destruida sociedad, por falta de atenciones practicas como desinteresadas. La edad del niño, no importaba ya había terminado la tarea encomendada.
Miramos el establo, donde observamos dos niños en vez de uno.
El niño encogido de brazos y observando la escena del pesebre comenzó a repetir en su idioma, o porque no decirlo en su código, su historia en una forma tal, que jamás nos imaginaríamos los presentes lo relatado por su corazoncito deshecho por la falta de amor.
Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llego la parte donde María pone al bebe en el pesebre. Ese niño abandonado y humilde inventó su propio final, con su interpretación, para la historia que nosotros les contamos. A así se la transmitimos como nos la tradujeron.
Y cuando María, su mamá dejó al bebe en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con El. Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé que cosa tenía que pudiese darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le pregunte a Jesús: Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para tí?. Y Jesús me dijo: “Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido”. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre.

El pequeño Rusito terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapo la cara, agacho la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo.
El pequeño huerfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre.
Y yo aprendí que no son las cosas que tenes en tu vida lo que cuenta, sino a quienes tienes, lo que verdaderamente importa.
Un Salmo muy antiguo dice en uno de sus parrafos y si queres leerlo está en el Salmo 91:4 "Con mis plumas te cubriré, y debajo de mis alas estarás seguro; "
MUSTAPIC FEDERICO ANTONIO

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