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domingo, 20 de noviembre de 2016

HAY ALGO MÁS QUE LOS GALGOS Y LOS GLOBOS POLÍTICOS

Luego de escuchar el mensaje del presidente de los argentinos, buscabamos en el blog que nos convoca, algún mensaje y entre tantos que hemos compartido apareció en escena uno en especial el cual nos sedujo para compartirlo en el día de hoy.


 Según dicen los que saben, cuando uno tiene un problema, el verdadero inconveniente no es la contrariedad sino la forma en como se encara la dificultad momentánea.
Los males no son crónicos,  son transitorios. No entendió nada, ¿verdad?. Le explico: Supongamos que usted se queda sin trabajo: eso es un obstáculo. Ahora bien, puede encarar la situación de diferentes maneras: puede poner un kiosco y atenderlo de mala gana y con mala cara; o sentirse un inútil y sentarse a llorar; o creer que se le vino el mundo abajo, desesperarse y deprimirse; o inscribirse en alguno de los planes de ayuda social... o puede ver en su problema una oportunidad de cambio y crecimiento.
Los que eligieron esto último salieron adelante, como lo pueden testimoniar quienes hoy viven de lo que producen, sean bienes o servicios. Es cierto que no todos consiguen prosperar; los que no se capacitan, no estudian el mercado o no tienen condiciones para llevar adelante su proyecto, se quedan en el camino. Pero hay muchos que encuentran una salida que otros no supieron ver, una oportunidad que otros desaprovecharon, una manera novedosa de presentar algo tan tradicional como un frasco de dulce o un alfajor... y esos logran pisar firme, donde el resto pierde el rumbo.
Pensar en positivo cambia la perspectiva de las cosas. ¿Se acuerda del ejemplo del vaso de agua? Si les mostramos un vaso que tenga agua hasta la mitad, el pesimista dirá que está medio vacío, y el optimista dirá que está medio lleno. El vaso es el mismo, la cantidad de agua es la misma, lo único que cambia es la manera de percibir esa realidad. El pesimista se amarga por lo que le falta, y esto ya es suficiente para vivir amargado: ¡siempre algo nos va a faltar! El optimista, en cambio, se alegra por lo que tiene: aunque no sea lo ideal, aunque por el momento no le alcance, el hecho es que tiene algo y a eso se aferra con uñas y dientes. ¡Y siempre tenemos algo...!

Lo bueno de pensar en positivo es que podemos aplicarlo a nuestra vida, a nuestro entorno, y hasta al país. Imagínese que está leyendo el diario, o mirando la tele, y de repente se encuentra este titular: ¡Se apreció el peso! o “el peso está en alza”. ¿Qué sentiría? Si decimos “bajó el dólar”, seguimos siendo dependientes de esa moneda. Si decimos “subió el peso”... nuestro peso, nuestro sufrido y vapuleado peso, podría empezar a ocupar el lugar que se merece y nos merecemos, el de una moneda sana. De ahora en más, subió el peso, señores periodistas. Díganlo en tono alegre y entusiasta, en lo posible con la Marcha Triunfal de Aída como música de fondo. “Bajó el dólar” y “Subió el peso” son dos formas de nombrar una misma realidad, pero el efecto psicológico que produce cada una de esas afirmaciones es totalmente distinto. Podríamos hacer la prueba...
Alguien se tomó el trabajo de destruirnos la autoestima, desconozco la razón del porque aunque me lo imagino. Que este es un país de pícaros, listos, corruptos, de insensibles, de ignorantes, que de ésta no salimos, que acá nadie hace nada... ¡que falacia!. Nos sobran preciosos ejemplos de vida entre los vecinos. Pero no son crónicas de editorial por el raiting, no está de moda para el común de la gente.

En el país hay cuatrocientas fábricas convertidas en cooperativas y salvadas del remate por sus obreros, quienes lucharon durante meses para conservar fuentes de trabajo, volver a producir y recuperar su dignidad. Estos hechos, son la verdadera historia de la patria que parímos a cada instante. Ejemplos como éstos deberían difundirse todos los días, a toda hora; ver lo bueno que se hace en el país, nos levantaría el ánimo y nos daría más fuerzas para pelear por lo nuestro y por lo de todos.

Pensemos en positivo. La crisis tiene su lado bueno: pasado el primer momento de parálisis y estupor, logró ponernos en guardia contra los malos políticos, despabilarnos la creatividad, aguzarnos el ingenio y despertarnos las ganas de hacer cosas nuevas. Pero es imprescindible que ese empuje no decaiga, que sigamos el ejemplo de los que hicieron punta y se animaron a cambiar, a buscar otras soluciones.
Acuérdese: la complicación en realidad no es el problema. La dificultad es no encontrar la solución y sentirse víctima de las circunstancias. La única manera de cambiar la realidad es aceptarla, buscarle el lado bueno y trabajar para transformarla en una oportunidad. En lugar de llorar sobre  la leche derramada, es preferible arremangarse y ordeñar de nuevo la vaca. Y si la vaca se fue, pues tendremos que ir a buscarla. Y si no la encontramos, pues ordeñemos una cabra. Y si no hay cabras a mano, pues no tomemos leche, tomemos agua. Y si no hay agua...chupemos yuyos. Y si no hay yuyos, a caminar hasta encontrar un río, o una cabra, o una vaca. Tarde o temprano alguna se nos va a dar, y cuanto más caminemos o lo intentemos, más posibilidades hay de vislumbrar una salida.

¡Subió la demanda de trabajadores! ¡Faltan profesionales! Suena lindo...
No soy ingenuo: hay cosas que están mal y es necesario mostrarlas tal cual son, porque tampoco es cuestión de vivir en el limbo.
A los hospitales hay que llevar de todo, hasta gatos que te hagan compañía, porque no tienen que comer.
Después esta la falta de los descartables. ¡¿No tienen obra social?! más vale que se santigüe para ver si Dios provee...un alma generosa para atenderlo.
Pero no se preocupe, todavía tenemos médicos y enfermeras que hacen milagros con nada, y de eso no se habla. Hay hambre, pero hay gente solidaria trabajando para los que tienen hambre; hay ladrones y corruptos, pero hay gente dispuesta a sacrificarse por los demás. Busquemos a esos héroes, a los que luchan, a los que curan, a los que ayudan, mostremos sus caras, contagiémonos de su generosidad. Démosle espacio a los buenos ejemplos, y tendremos una herramienta más para educar a nuestros hijos en la cultura del amor, el trabajo, la justicia y la solidaridad.

Eso sí: a Dios rogando, y con el mazo dando. No basta con “ser optimistas” para que los problemas se esfumen. También hay que enderezar lo que está torcido, y enderezarlo en serio: cuando el malo recibe su castigo, el bueno tiene un motivo más para seguir siendo correcto.
Mustapic Federico Antonio

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