ESTA TUMBA JAMÁS SE ABRIRÁ. ESTÁ SELLADA PARA SIEMPRE
Hace más de cien años vivía una condesa sobre nuestra tierra que no
creía en Dios. No creía en la vida después de la muerte, por lo cual
tampoco creía en la resurrección. Antes
de su muerte ella dejó instrucciones precisas acerca de su entierro y
la construcción de su tumba. Después de enterrarla debían cerrar la
tumba con grandes piedras. Esas piedras debían mantenerse unidas con
barras y ganchos de hierro. Una placa de granito cubriría todo. Al
tiempo la condesa murió y siguieron sus disposiciones al pie de la
letra. Cerraron su tumba con piedras, las unieron con barras y ganchos
de hierro, y cubrieron todo con una placa de granito. En la placa
pusieron la siguiente inscripción: “ESTA TUMBA JAMÁS SE ABRIRÁ. ESTÁ
SELLADA PARA SIEMPRE”.
Luego de esta pequeña historia la pregunta
que nos surge es: ¿Qué habrá pasado? ¿La tumba seguirá sellada? No, la
¡tumba quedó abierta y destruida!
Una semilla muy pequeña, germinó
debajo de las piedras y la placa de granito. Poco a poco su tallo
delicado se abrió camino entre las piedras y el granito, saliendo a la
luz. Las barras de hierro se soltaron y las piedras se desprendieron.
Hoy hay, un frondoso árbol el cual mantiene abierta esa tumba. La gente
que pasa por allí mira con sorpresa la placa que dice que la “tumba
jamás se abrirá”. Una semilla hizo lo que la condesa pensó como un imposible: ¡abrió su tumba inviolable!
Pero se conoce otra historia de otra tumba que sellaron con una gran piedra y que se abrió. Era la tumba de Jesús.
Cuando
Él murió y fue sepultado, rodaron una gran piedra a la entrada de la
tumba y pusieron soldados para vigilarla. ¡Imaginemos por un instante
este hecho! ¡Soldados que vigilaban al cuerpo de un muerto!
Los
soldados debían vigilar que nadie se robara el cuerpo de Jesús. Los
enemigos de este santo ser, sabían que Él había dicho que resucitaría.
Por eso pusieron los soldados a cuidar el sepulcro. Pero nadie podía
impedir que Dios abriera su tumba. Hubo un gran terremoto; un ángel del
Señor bajó del cielo y removió la piedra. ¡Jesús resucitó! ¡La tumba
quedó vacía!
Una
palabra o conducta de nuestro ser, pueden transformarse en la semilla
que abrió la tumba de la condesa. Hay muchas personas que viven y tienen
un corazón duro para tener fe en el Amor Eterno de Dios por toda la
humanidad. No creen en Dios; no creen en Jesús, el Salvador de la
Humanidad. Hoy con profundo y sincero amor, a los tales les podemos
hablar del Señor y lo que Él ha hecho por nuestra vida. La semilla de
las palabras que sembremos hoy en sus vidas germinarán. Serán un
poderoso mensaje de salvación y de restauración. Si aún no hemos hecho
las pases con nuestro verdadero amigo Cristo, hoy es un buen momento.
Jesús vive y quiere vivir en medio de nuestra vida siempre.
Una
frase lo resume todo en la Pascua Cristiana“¿Por qué buscan ustedes
entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado!” - Lucas 24:5,6
Mustapic Federico Antonio
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