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viernes, 29 de marzo de 2013

ESTA TUMBA JAMÁS SE ABRIRÁ. ESTÁ SELLADA PARA SIEMPRE

Hace más de cien años vivía una condesa sobre nuestra tierra que no creía en Dios. No creía en la vida después de la muerte, por lo cual tampoco creía en la resurrección. Antes de su muerte ella dejó instrucciones precisas acerca de su entierro y la construcción de su tumba. Después de enterrarla debían cerrar la tumba con grandes piedras. Esas piedras debían mantenerse unidas con barras y ganchos de hierro. Una placa de granito cubriría todo. Al tiempo la condesa murió y siguieron sus disposiciones al pie de la letra. Cerraron su tumba con piedras, las unieron con barras y ganchos de hierro, y cubrieron todo con una placa de granito. En la placa pusieron la siguiente inscripción: “ESTA TUMBA JAMÁS SE ABRIRÁ. ESTÁ SELLADA PARA SIEMPRE”.
Luego de esta pequeña historia la pregunta que nos surge es: ¿Qué habrá pasado? ¿La tumba seguirá sellada? No, la ¡tumba quedó abierta y destruida!
Una semilla muy pequeña, germinó debajo de las piedras y la placa de granito. Poco a poco su tallo delicado se abrió camino entre las piedras y el granito, saliendo a la luz. Las barras de hierro se soltaron y las piedras se desprendieron. Hoy hay, un frondoso árbol el cual mantiene abierta esa tumba. La gente que pasa por allí mira con sorpresa la placa que dice que la “tumba jamás se abrirá”. Una semilla hizo lo que la condesa pensó como un imposible: ¡abrió su tumba inviolable!
Pero se conoce otra historia de otra tumba que sellaron con una gran piedra y que se abrió. Era la tumba de Jesús.
Cuando Él murió y fue sepultado, rodaron una gran piedra a la entrada de la tumba y pusieron soldados para vigilarla. ¡Imaginemos por un instante este hecho! ¡Soldados que vigilaban al cuerpo de un muerto!
Los soldados debían vigilar que nadie se robara el cuerpo de Jesús. Los enemigos de este santo ser, sabían que Él había dicho que resucitaría. Por eso pusieron los soldados a cuidar el sepulcro. Pero nadie podía impedir que Dios abriera su tumba. Hubo un gran terremoto; un ángel del Señor bajó del cielo y removió la piedra. ¡Jesús resucitó! ¡La tumba quedó vacía!
Una palabra o conducta de nuestro ser, pueden transformarse en la semilla que abrió la tumba de la condesa. Hay muchas personas que viven y tienen un corazón duro para tener fe en el Amor Eterno de Dios por toda la humanidad. No creen en Dios; no creen en Jesús, el Salvador de la Humanidad. Hoy con profundo y sincero amor, a los tales les podemos hablar del Señor y lo que Él ha hecho por nuestra vida. La semilla de las palabras que sembremos hoy en sus vidas germinarán. Serán un poderoso mensaje de salvación y de restauración. Si aún no hemos hecho las pases con nuestro verdadero amigo Cristo, hoy es un buen momento. Jesús vive y quiere vivir en medio de nuestra vida siempre.
Una frase lo resume todo en la Pascua Cristiana“¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado!” - Lucas 24:5,6
Mustapic Federico Antonio

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