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domingo, 16 de diciembre de 2012

A LOS GANADORES MORALES

Hace unos días como padre participe de la fiesta de fin del ciclo secundario de mi hija.
Personalmente para mí como padre no fue una celebración más.
Algunas veces cuando decidimos jugar con nuestra memoria e inquirir en cual es el potencial que la misma guarda para hacernos recordar vivencias, seguramente nos dejará perplejos.
Quisiera compartir historias que me han pasado, para tratar si quiera de lograr una línea de correlación entro lo sucedido en el instituto de mi hija el viernes 14 de Enero de 2012 y lo que me sucedió personalmente. Mas adelante trataré de desarrollarlo. Ahora creo que la estrella, es este grupo humano de chicos y chicas que lograron algo increíble. No es fácil pero lo voy a sintetizar. Desde el año 2006 que dicha institución no conseguía tantos logros en diversas disciplinas propuestas por la Municipalidad de la ciudad de Ushuaia. La promoción de mi hija fue la que más premios ganó. Lo cual les permitió ir holgadamente a sus vacaciones bien merecidas.
Pero quiero detenerme en la mensión que hizo el rector al respecto, ¡claro! las/os felicitó cuando finalizaron las clases, solo era un reconocimiento, un premio consuelo a la entrega a tantas horas de ensayos, sacrificio, ejercicio o negación al descanso para lograr el mayor rendimiento o performance en dicho torneo.
Los premios que lograron fueron cinco sobre ocho prendas. Ganaron los premios a la mejor Chacarera, reconociendo Ushuaia, , marcha Aeróbica, la obra sobre la historia de Ushuaia entre el 1850 al 1970, el corto de San Martin. Todos los compañeros gracias al trabajo de equipo percibieron una suma dineraria extra, lo cual les permitió llevar al viaje de fin de curso, recursos dinerarios para gastos personales.
Muy pocos les tenían confianza, muchos los ningunearon, otros los ocultaron, eran deshonrosos por su conducta, pero había un mensaje claro, contundente: “más puede la voluntad del equipo, a cualquier falta de reconocimiento”.
No daré nombres de los directivos, de la escuela.
Algo parecido me sucedió cuando adolescente, no era parte de la elite, no era un ejemplo deportivo, no tenía cualidades, dones que me permitieran deslumbrar a cualquier entrenador de atletismo. Es más, tuve un profesor que solo elegía a capacitados, los dotados. Me sentía un hijo bastardo, un patito feo.
Pero un día sucedió la transformación y de pato, terminé siendo el cisne de cuello negro.
Jamás lo olvidaré era la final de la carrera con relevos, en ese momento nadie me conocía excepto mi profesor Carlos, el amigo. El entrenador anterior ya se había ido de la escuela. Esto me dio la posibilidad para descubrir una nueva forma de entrenarme, en una suerte de entrenamientos entre Miyagi y Karate Kid pero en la versión Atletismo. No tenía el pique para correr los 100 metros llanos, era alto, me faltaba explosión en los tacos. Pero el trabajo, sobre mi físico, subir cuestas, piques de reacción, jugar picados de fútbol de salón en un gimnasio cubierto con suelo de parquet donde andaba a las patinadas para recuperar la pelota… y tantas cosas más, que enumerarlas les cansaría de leerlas, me permitió obtener la preparación física para la disciplina deportiva de los 100 metros llanos.

Vuelvo a la carrera de la final de la posta 4 x 100 metros con relevos, la vedette de los juegos intercolegiales, frente a miles de personas, yo era el relevo nº3, cuando principió la carrera estábamos en segundo lugar hasta que me tocó a mi recibir el pase del relevo nº2 y es allí que entendí porque mi profe de atletismo me había elegido.
Como si fuera una motoneta, aceleraba más y más con el testimonio en mi mano, al recibirlo me llevaba el primero dos metros pero cuando le entregué el testimonio a mi último relevo nº4 ya sabía que íbamos a ganar, por cuanto entregue el testimonio con 4 metros de ventaja.
Llegaron los premios las felicitaciones delante de todos, al esfuerzo, no fue en una fiesta intima, no, nada que ver, fue frente a todo el público presente en el lugar de los hechos.
Concluyo: El reconocimiento debe llegar en vida, en el momento pertinente, el cual no se debe dilatar.
Es probable que no siempre nos reconozcan o premien, pero tengamos por seguro que en un momento, la vida nos premiará con un reconocimiento publico si no desmayamos, ni renunciamos a nuestro objetivo de vida.
Mustapic Federico Antonio

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