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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Argentina es un país que ama trastornar el sentido de las palabras.

Por ejemplo, liberalismo es una mala palabra. Un liberal es, por ejemplo, alguien que apoya dictaduras militares que favorecen la apertura de los mercados (que, salvo la excepción de Martínez de Hoz, es algo que nunca sucedió, por el cerrado nacionalismo del Ejército). Esa idea es asquerosamente falsa, dado que un liberal es un hombre que reivindica las libertades individuales (políticas) y, como consecuencia de eso, también las económicas (libertad de comerciar, contratar, etc., sin la pesada mano obstructora del Estado).
Otro término subvertido es, por ejemplo, el de represión. Acá represión es sinónimo de autoritarismo, abuso e ilegalidad. Yo les pregunto: en un Estado de Derecho, cuando se viola la ley, ¿qué deben hacer las fuerzas de seguridad?, ¿quedarse de brazos cruzados, o garantizar el cumplimiento de las leyes, que son el pilar básico de un Estado de Derecho?
Antes de que Occidente descubriera el beneficio de vivir bajo el imperio de las leyes, los conflictos se solucionaban en función de la fuerza relativa de los contendientes. En algún momento luminoso, los hombres advirtieron la importancia de someterse a normas, y advirtieron también que sólo el orden legal traería prosperidad, social y económica. Para hacer cumplir esas leyes se instruyó al Estado, que pasó a ser así el depositario del “monopolio del uso de la fuerza” (para hacer cumplir las leyes). Esto, entre otros autores, es desarrollado por Max Weber.
Entonces, retomando, ¿creemos como sociedad en el valor de cumplir las leyes? Rotundamente no. Y entonces digo: estamos perdidos. Una sociedad debe estar dispuesta a pagar el precio de cumplir las leyes, si no quiere autodestruirse. Argentina es un país al margen de la ley. Todo el mundo se siente con derecho a reclamar lo que sea de cualquier manera. Del mismo modo, un policía desconoce la ley al reprimir de manera ilegal. Repito: matar a un ciudadano que se encuentra dentro de un auto cortando una ruta es una LOCURA. Esa represión está fuera del marco de la ley y obviamente no es legítima. Lo que corresponde es que se libere la ruta, pero para eso NO HACE FALTA MATAR A NADIE . Lo contrario, es presentar falsas opciones. Es alentar la anomia y el caos, y ahí sí, les aseguro que no existen libertades para nadie. Por favor, abandonen los paraísos artificiales de la izquierda irresponsable. El hombre no es un ser bueno corrompido por un sistema. El hombre es un animal con instintos primarios felizmente encausados por un sistema. En la anomia, todos pierden. Y para muestra, basta la Argentina.

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