Dale a tus hijos un buen nombre. Llama a las cosas que no son como que si fuesen.
Son muchos los que acuden a nuestro blog por las ideas y aportes de un vecino común. Muchos son motivados por sus dichos y su diario compartir, es más, incontables vecinos lo utilizan para tomar ideas, otros para salir de un estado de desesperación, depresión, otros para ser sanados físicamente porque muchos de los males tienen sus raíces en el espíritu. La razón de estos milagros responde a que cerca del 70 % o más de nuestras enfermedades, son psicosomáticas.
Por lo tanto empecemos con otra entrega sorprendente del “manual del fabricante”, así se llama un libro, que no todo el mundo conoce, pero sería bueno leerlo o tenerlo como libro de cabecera.
Cuando un científico decide descubrir algo siempre debe conocer su objetivo primario, el disparador, la motivación. Algunas veces por obra de la casualidad o el destino es inducido a descubrir algo diferente.
De la misma forma el método del como escribirlo, hacia donde quiero ir, depende de la idea primaria.
Tengo un hermoso principio sobre una pregunta: ¿Cómo te llamas?.
¿Puede un nombre condicionar tu destino?. Depende de tu personalidad.
¡Pero bueno sería!, que tengas un nombre apropiado a tus sueños, es importante la identificación de tu ser y tu calificativo es clave. Y si no te identificas con tu nombre ponte un seudónimo inspirador, como ejemplo: Motivadora, Cráneo, Genio, Superhija, Superpadre, campeón, etc.…
Te comento algo interesante, cada vez que en los libros sagrados se tomaba a un ser insignificante y Dios quería transformar su destino, le cambiaba su nombre, otra veces no lo hacia, por cuanto el personaje ya lo tenía correctamente preestablecido.
Pero hoy día podemos decir que todo depende de nuestros sueños, de nuestro ser interior.
Les doy un ejemplo muy interesante del poder de llamar bien a alguien. El pueblo Judío tiene, su origen en la matriz estéril de una mujer llamada Sarai, cuenta el Pentateuco que Dios le cambia su nombre a Sara, cuyo significado a partir de dicho instante es “princesa”. A su esposo Abram cuyo significado era “padre enaltecido”, Dios también lo renombra a Abraham, el cual pasa a tener un significado totalmente diferente, y es “padre de multitudes”.
Hasta aquí pareciera que nada aporta este acto. Lo interesante de este matrimonio es que mí querido vecino le estoy hablando de un matrimonio infeliz, para la época cuando esto acontece. Esta historia familiar está fundada en un hecho verídico.
La desgracia de no tener prole para la costumbre de ese pueblo al cual pertenecían estos estériles padres, se tomaba como una maldición, una deshonra. Los sueños se morían por falta de sucesores, descendientes. Era lo peor que le podía pasar a una pareja.
Como si fuera poco el tenía 75 años al momento de ser renombrado y parecía que en su vida nada había cambiado. Peor aún el tuvo la garantía divina que iba a ser padre porque se lo prometió el cirujano mayor, El Todopoderoso, pero el tiempo pasaba y nada acontecía hasta que después de 25 años, su mujer concibió y dio a luz a su hijo primogénito del cual nació una nación.
Yo no se porque dificultades estás pasando pero quiero que sepas que al momento de escribirte estas líneas, sé que esto, es para ti.
Lo que te quiero comentar es que necesitas actos de arrojo, donde tú llames las cosas que no son como si fuesen.
Llamar a una mujer anciana de más de 70 años, “princesa”, en aquel entonces no era algo normal, uno debía estar loco de amor por su esposa para llamarla así. Pero Abraham lo hacía cada día. Imagínate: “ya voy princesa”, “¿pongo la mesa para los invitados princesa?”, “¿estás bien princesa?”, “¿necesitas algo princesa?”, ... la gente pensó por un instante que el nonagenario se había vuelto loco, pero el llamarla así estaba incubando la idea de una mujer preciosa para su vida y su mujer le seguía la corriente.
Quiero que sepas que aquí la historia no termino, en un momento Sara fue codiciada por un rey, por su porte y su esposo tuvo que mentir para que nada le pasara a causa de la belleza de su mujer. Con esto no te quiero decir que he encontrado el árbol de la juventud. Nada de eso. Pero sí te puedo decir que tu palabra, tu hablar tiene poder para construir o destruir, habla bien, construye.
No se que deporte practicas, pero si te gusta el fútbol llámate Pelé, Maradona, Messi, o lo que sea. Cámbiate tu nombre, piensa, actúa como tu ídolo y te darás cuenta de lo que te estoy hablando. Pero cuidado con el nombre que te pongas porque te condicionará toda la vida.
Ponte un nuevo nombre o sobrenombre, uno digno, uno que eleve tu autoestima, para que seas poderoso en tus hechos.
A partir de este día te sorprenderás lo que tan solo significa llamar las cosas bien. Tener un nuevo y buen nombre.
Para descubrir el poder de tu nombre.
Federico Antonio Mustapic
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