Los vecinos nos necesitamos...
La vida en sociedad tiene su lado tenebroso: nos impone convivencias que no elegimos, pero debemos soportar con imperturbabilidad y buena cultura. Sea donde sea, la calle, el transito, el trabajo, la escuela, la plaza, el vecino, el político, siempre habrá algo o alguien que nos irrite, nos saque de nuestro sano juicio y despierte la bestia adormecida del fondo de nuestro jardín subconsciente, verificándose el Postulado de Murphy “la suerte no existe”, que demuestra por carácter transitivo y por el absurdo que si hoy es tu día de suerte y de alegría, existe un vecino A o B o C que te la quitará y te amargará tu existencia. ¿Qué hacer con los vecinos, cuando molestan?, en esta pregunta no están incluidos los IDIÓTIKOS, con estos no existe método de convivencia, para solucionar problemas. Pero volviendo al verdadero vecino, ante todas las cosas practique el dominio propio y fortalezca su ser interior en una posición totalmente relajada y de meditación profunda. Recuerde el segundo mandamiento: respeta a tu prójimo como a ti mismo: repítalo hasta que se haga carne todo el día, vez tras vez al dormirse, al despertarse, en el desayuno, almuerzo, merienda y cena, mientras su vecino tira la basura en la vereda o vuelca impunemente aceite en la calle contaminando el medio ambiente; mientras su vecino el del departamento de arriba pone la música a todo lo que da su equipo cuadrafónico de 1000 watt a cualquier hora; mientras el perro de otro vecino entra a su jardín y hace de las suyas dejando su hermoso jardín como un campo minado; mientras su vecino de enfrente le chocó el lateral izquierdo de su vehículo por distraído, o le estaciono justo en entrada al garaje.
Ahora si no consiguió controlarse con lo anterior, recuerde que el dialogo es el inicio de una relación cordial. Explíquele dulcemente a su vecino que su actitud le molesta, hágale comprender que no puede andar por la vida haciendo lo que se le dá la gana porque “sus derechos terminan donde empiezan los de los demás”. Seguramente él le contestará que cómo no, que su derecho a tener tranquilidad termina donde empieza el derecho de él a hacer bochinche; que su derecho a tener un jardín libre de caca, termina donde empieza el derecho del perro de su vecino a hacer sus necesidades fisiológicas; y así podemos enumerar hasta el cansancio de miles de formas en que su derecho no es tan importante como el de su prójimo.
Lo del derecho ajeno no va con cierta gente. Busque otro método. Tal vez pueda darle un poco de su misma medicina, pero esto rara vez funciona porque la gente molesta suele ser vengativa. Si usted pone música fuerte, él la pondrá más fuerte. Si usted le tira basura al jardín, él le tirará el doble. Si usted le pega un tiro, él le pegará dos. Definitivamente, la lucha cuerpo a cuerpo no lo beneficiará, y corre el riesgo de salir lastimado.
Sea cual fuera la magnitud del enfrentamiento, no espere apoyo de la justicia ni de la policía. Ellos están “para cosas más importantes” y se ríen de los conflictos entre vecinos, salvo que corra sangre. Si usted va a denunciar que le quemaron el jardín con la fisiología del perro, que le cortaron las gomas, rompieron el parabrisas de su auto cuando pretendía salir de su casa o que le envenenaron al gato, le pedirán que lleve testigos. No se moleste en acarrear hasta la comisaría el jardín minado, el glish o el gato muerto: las pruebas del delito no sirven, sin declarantes. Lo único que harán será tomarle la denuncia, que probablemente termine hecha un bollo en un cesto de basura; a lo sumo citarán al agresor, que negará todo con su mejor cara de nada o lo acusará a usted de infamias aberrantes para justificar su proceder.
Cuando sus ganas de convertirse en El Justiciero y matar al ofensor estén a punto de disparar un día de furia, baje un cambio, piense y calcule.
El vecino irrespetuoso puede llegar a ser la única persona que lo ayude cuando tenga un percance en su casa y necesite un teléfono que funcione, o un auto para salir corriendo hasta el hospital más cercano. Y viceversa, porque usted haría lo mismo. Esto lo he visto con mis propios ojos: en una urgencia, lo más probable es que los rencores se olviden y salga a flote la solidaridad, esa que todos llevamos dentro como un instinto.
Por eso, ante las primeras hostilidades no deje que la cosa pase a mayores: mire a su pobre vecino con benevolencia, disculpe sus malos modos, trate de ser amistoso y de ganarse su confianza. Pruebe domesticar su instinto animal, ya que no puede hacer entrar en razón su parte humana. Tal vez con una broma, un mate dulce de por medio o un elogio al inteligente perro, dueño de la animalada en su jardín, consiga lo que aún no se legró en Medio Oriente, la paz, si bien no pueda ser tan perfecta como usted pretende.
Nada es perfecto en la vida, pero pasémosla bien y no nos hagamos mala sangre.
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