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miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL VASO MEDIO LLENO

Son las historias, leyendas, dificultades, retos, imposibilidades, lo que nos hacen ser aguerridos, tenaces, perseverantes para lograr nuestro objetivo. Pero existe dentro del conjunto de la información anterior algo personal que marca nuestra diferencia con los demás, nuestra firma de originalidad o el sello de nuestra creatividad.
En mi adolescencia estudiando historia descubrí una historia que quiero compartirles, pertenece a la historia griega, la cual esta llena de leyendas, mitos o hechos que rayan lo fantástico e increíble. En cierta isla estaba preso un griego llamado Dédalo el cual consiguió escapar de la prisión, pero tenía una dificultad, no podía huir de la misma por mar, ya que Minos, el soberano del islote, vigilaba a todo embarco o desembarco de cualquier navío. Este hecho hizo que Dédalo imaginase su fuga con su hijo por otro medio que no fuese una embarcación. Por lo cual su inventiva lo impulso a trabajar en la confección de un conjunto de alas un par para él y otro par para su joven hijo Ícaro. La leyenda cuenta como las hizo, básicamente fue copiar la forma de las alas de las aves por lo cual entrelazaba en una suerte de armazón plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo diversos tamaños hasta llegar a las más largas, para conformar un plano de ala que tuviera la sustentabilidad necesaria para soportar el peso de su persona y de su hijo. En la confección de las alas, sujetó a las plumas más grandes con hilo y a las más pequeñas con cera, y le dio a su creación el perfil ideal que se aproximara en su semejanza al ala de un ave.
Finalizada su labor, Dédalo hizo las pruebas de rigor sin ningún túnel de viento de por medio. Empezó a agitar sus alas en un movimiento continuo ascendente y descendente, como resultado a sus perseverante meneo se halló suspendido en el aire. A su hijo le proveyó el mismo par de alas. Mas tarde le enseñó a volar y dentro del curso acelerado de proto-aviación le indicó a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol fundiría la cera, ni demasiado bajo porque las olas del mar mojarían las alas y ya no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a volar. Pero Ícaro desoyó a su padre y decidió batir el record de altura. Todos conocemos el trágico final de su intrepidez, el joven perdió sustentabilidad, por cuanto la cera se derritió y como consecuencia las plumas más chicas se despegaron del armazón, todo este proceso le provocó la muerte al caer e impactar su cuerpo sobre el mar.
De esta pequeña historia uno saca muchísima enseñanza y parafraseando un poco la historia anterior diría el Martín Fierro al que nace barrigón es añudo que lo fajen nos dice que no seamos ambiciosos, pero sí sabios entendidos, para conocer que todo tiene su tiempo bajo el sol o que al afán desmedido puede destruirnos.
Indudablemente no debemos tener una conducta conformista, debemos aspirar a nuestro progreso o bienestar pero para lograrlo debemos ser originales, creativos en medio de nuestras dificultades para obtener la razón del “para que” estamos en una prueba.
El secreto está en ver el vaso medio lleno o ver el entorno blanco, obviando el punto.
Nuestra vida es demasiado corta como para gastarla en hechos destructivos, construyamos nuestro porvenir fundamentado en nuestra inteligencia natural.
Mustapic Federico Antonio

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