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viernes, 28 de octubre de 2011

SOY UNA ADICTO AL CELULAR, AYUDENME

Luego de la estafa de Claro empresa de la Argentina, la cual nunca me devolvió mi smartphone Sony Ericsson - SATIO por haber violado el equipo sin mi autorización, destruyendo así la garantía, me pregunto si: ¿no me han hecho un favor? en ese momento. Sí, Amx Argentina S.A. me debe plata y un resarsimiento por daños y perjuicio...pero esto es otro tema.
No digo que no tenga mi Nokia N8 de la companía Personal, pero todo lo anterior me llevó a un examen de conciencia: ¿no seré adicto al Celular?
No hace muchos días observé una documental sobre la historia de un joven y su enfermedad, realmente jamás creía que la videogamesmanía existía, pero más asombroso aún fue conocer que existen pupilajes, internados en los cuales son tratados profundamente por sus adicciones a los video juegos, como si se tratase de una enfermedad mental.
Voy a ser breve, que hermoso ha sido observar en esa documental como los jóvenes recuperaron los afectos, tratos, conversaciones, diálogos, el compartir su vida con los demás. Y no ver su ser o entorno invadido por una suerte de rol virtual, el cual carga la corriente sanguínea de adrenalina al límite, produciendo un permanente apego a los Video-Games, en los cual los gestos, movimientos bruscos del cuerpo, (como si estuviesen de a ratos en un estado de hipoglucemia al borde de un shock hipoglusémico) va generando improperios como fruto de una sobreexigencia o stress al sistema neuronal.
Pero allí no termina todo y ¿que pasa con los celulares?, ¿no somos celularmaníacos dependientes?, lo que más abajo comparto es la suma de todas las consecuencia y reflexiones que un anónimo observo lo cual me ayudó a avivarme y tratar de hablar con la gente, personalmente… y no relacionarme por la celular-dependencia.
Acabo de leer en internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares. Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los ring tones interrumpan, ni los
comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a gritos. La noticia me produjo envidia de la buena. Personalmente , ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, bebiendo café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca, porque suena su celular.
En ocasiones es peor. Hace poco estaba en una reunión de trabajo que simplemente se disolvió porque tres de las cinco personas que estábamos en la mesa empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos indescriptible de conversaciones al mismo tiempo.
Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado. El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso. Cada vez es peor. Antes, la gente solía buscar un rincón para hablar. Ahora se ha perdido el pudor. Todo el mundo grita por su móvil, desde el lugar mismo en que se encuentra.
No niego las virtudes de la comunicación por celular. La velocidad, el don de la ubicuidad que produce y por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía. Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos
hablamos cuando estamos cerca.
Me impresiona la dependencia que tenemos del teléfono. Preferimos perder la cédula profesional que el móvil, pues con frecuencia, la tarjeta sim funciona más que nuestra propia memoria. El celular más que un instrumento, parece una extensión del cuerpo, y casi nadie puede resistir
la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y este no suena.
Por eso quizá algunos nunca lo apagan. ¡Ni en cine! He visto a más de uno contestar en voz baja para decir: "Estoy en cine, ahora te llamo".
Es algo que por más que intento, no puedo entender. También puedo percibir la sensación de desamparo que se produce en muchas personas cuando las azafatas dicen en el avión que está a punto de despegar que es hora de apagar los celulares. También he sido testigo de la inquietud que se desata cuando suena uno de los timbres más populares y todos en acto reflejo nos llevamos la mano al bolsillo o la cartera, buscando el propio aparato.
Pero de todos, los Blackberry merecen capítulo aparte. Enajenados y autistas. Así he visto a muchos de mis colegas, absortos en el chat de este nuevo invento. La escena suele repetirse.
El Blackberry en el escritorio. Un pitido que anuncia la llegada de un mensaje, y el personaje que tengo en frente se lanza sobre el teléfono.
Casi nunca pueden abstenerse de contestar de inmediato. Lo veo teclear un rato, masajear la bolita, y sonreír; luego mirarme y decir: "¿En qué íbamos?". Pero ya la conversación se ha ido al traste. No conozco a nadie que tenga Blackberry y no sea adicto a éste.
Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café. Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes. Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultáneo, de lo disperso, de la sobredosis de
información y de la conexión con un mundo virtual que terminará acabando con el otrora delicioso placer de conversar con el otro, frente a frente.
Mustapic Federico Antonio

1 comentario:

Nash dijo...

Comparto ampliamente este post y la postura de retomar las conversaciones "face to face".

He sido un gamer perdido... llegaba del trabajo y me sentaba 6 hs por día a jugar con la PSOne... 6 hs! Por favor!!! Es una locura!

Hoy veo todo ese tiempo perdido y me digo: podría haber aprendido por lo menos 2 idiomas en los años que eso duró!

Hace poco, por caer en la "masificación", compré un smart-phone... lástima que el smart (inteligente) es el teléfono, y no yo que me hice adicto a él cuando no tengo ni un mes de haberlo comprado.

Hice algunos test en otras páginas y si, confirmado, soy un adicto.

Se nos impone el ideal de estar SIEMPRE conectados.

¿Qué hace que esa necesidad prime por sobre todas las otras?
¿Es, acaso, más importante responder un mail que la persona que tenemos en frente?
¿Será que en realidad somos tímidos o torpes al expresarnos personalmente... o en realidad no manejamos el léxico no verbal?

Cualquiera fuere el problema, se resuelve muy fácil: mail, sms o chat. Evitamos decir las cosas importantes de frente y aminoramos el peso y la tesitura de lo escrito con un emoticón... (?!)

Conclusión: LO IMPORTANTE SE DICE EN PERSONA.

Digo, de pronto, me parece.

David