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lunes, 17 de octubre de 2011

VIRUS Y PROPAGANDAS POLÍTICAS EN VISPERA DE LAS ELECCIONES

Para hacer política se precisa de una mínima capacidad de resolución a los problemas, de comprensión, de particularidad en la manera de actuar y servir.
«Me pongo enfermo cuando hay que hacer la selección de problemas. Me paso el día vomitando. Mira que llevo años viviendo aquí, pero no me acostumbro a ciertas cosas: a la miseria o dejadez extrema, a ver hombres viviendo como cerdos, niños maltratados por familiares o la misma sociedad reflejada en la cara de un político insensible...». En época de elecciones, o búsqueda de militantes, se recorren los barrios de viviendas precarias, acompañados aquellos de uno de los punteros, vecino del lugar en cuestión.
Para luego abandonar al barrio y uno de ellos puede ser el tuyo. Podemos decir que tenemos en cada villa una suerte de un RIACHUELITO, en la Argentina es el río más contaminado.
Querido vecino, ¿durante cuanto tiempo más usted podrá soportar el olor a mier…..coles en frente de su casa? o ¿será que en su casa ya se acostumbraron y se insensibilizaron como mucho de los políticos municipales, a las necesidades de toda una ciudad que no para de crecer?
Emponzoñar está a la orden del día, a pesar de que la ley nos ordene sanear los aires y preservar la naturaleza. Alterar la pureza de las cosas e intoxicar también es un cotidiano ejercicio que no cesa y que, además, se contagia.
Hasta por Internet, una hervidero de temerarios, nos quieren contaminar el ciberespacio con sus ideas comerciales y con nuestro consabido doble click de curiosos, “BANG”, la bomba de tiempo se accionó, luego: que gusanos, que troyanos, que rootkits, que virus, que politicos, bueno es un decir de lo último, pero ¡dígame la verdad!, si comparamos a los que nos pasa por probar o curiosear, ¿verdad que es parecido al pop up de las paginas prohibidas?, cuanto uno menos las necesita ahí están o más aún cuando uno no los quiere ver peor, aparecen en escena como hongos después de la lluvia, ¿cierto?.
El refrán cientifico que nada se pierde todo se transforma (Einstein), como el que todo tiene su precio, es tan real como el amanecer. De igual modo, las jergas de los políticos suelen llevar cierta dosis de malicia contaminante, para aclarar el significado de una frase, si viniese el caso. En vista de lo verificado: Las intoxicaciones políticas municipales, revientan el estoicismo a cualquiera, infectan lo razonable y quebrantan el paisaje, su entorno, la calidad de lo visible..
Los cuevas políticas, de ALÍ BABA y los 40..., tanto de un signo como de otro, han abanderado para sí, la expresión de un deseo: el de “la credibilidad”. Eso, al parecer, distingue mucho. Me refiero a lo de sentirse creíble. O sea, viable para la política.
Nombran lo de sentirse respaldados en doquier esquina, sobre todo en los consabidos almuerzos, choripaneadas que paga el pueblo con sus impuestos, mientras paladean el resabio de la retórica del poder, adjetivando desde todas las tribunas sentirse queridos y arropados. Algunos suelen ampararse en credos que nos los reconoce nadie, contándonos unos cuentos para ciegos, como si fuéramos párvulos o fuésemos palmeros. Porque profundizando en sus creencias, o en su crédito de obras, no se encuentra por ninguna parte valores de coherencia, testimonios de transparencia y honradez en la gestión pública, que nos hagan cambiar de juicio. Unos han tomado la política como profesión que enriquece y no como servicio generoso que ennoblece al vecino; otros tienen ansias enfermizas de poder que los pierden; y lo que menos les importa a unos y otros es que el ciudadano pueda llegar a final de mes con cierta holgura, y que las colas, las de los colectivos, bancos, hospitales, turnos para médicos, especialista, no la sufran siempre los mismos, los que nada tienen en este universo de los FAMILY POWER GAMES.
Claro que sí, que se necesitan políticos auténticos, dispuestos a estar en guardia siempre, para hacer valer la autoridad de la verdad y responder a todos los auxilios ciudadanos. Esto es una herida expuesta permanente difícil de sobrellevar mucho tiempo, pues nada, los hay que llevan toda la vida de servicio, mejor dicho: “sirviéndose del servicio”.
Con este panorama, opino: “que la credibilidad no se gana de carambola o por rebote”. Cuando expreso: “Confío en lo que hablas”, el significado es bien claro, significa fiarse de la persona que dice lo que piensa y hace, conlleva el estar convencido de que el lenguaje que utiliza corresponde a una realidad objetiva, ecuánime. ¿Cuántos políticos actuales caminan en esa dirección? La contaminación política es un vicio muy cimentado en el momento presente, un mal de males que nos deja desnudo de valores. Faltan atmósferas de corazón puro que hablen claro y hondo, que pongan los acentos en la palabra justa, que se preocupen (y ocupen) de limpiar impurezas, tanto físicas como morales. Nos indignamos, con razón, al ver imágenes de bosques quemados o mares con aguas contaminadas, pero no hacemos lo mismo cuando vemos las trampas de impurezas que se ofrecen a nuestros niños a través de televisiones, películas, Internet, libros escolares, incluso de texto que rayan la inmoralidad con verdadero descaro.
Hay que renovar la credibilidad política, las líneas de conducta y actuación. La sociedad está más bien defraudada de esta clase política que sólo sabe jugar al engaño. El vendaval de corrupciones e injusticias consentidas, vicia las instituciones y degrada la democracia. El daño es grande. Por ello, hace falta tomar un compromiso serio con los principios morales. Son exigencias éticas fundamentales e irrenunciables que ningún partido del marco democrático puede dar la espalda. La mejor manera de llegar a las gentes radica en tener el convencimiento de poder llevar a cabo una política auténticamente humana, lejos de partidismos. La confianza se gana día a día, al pie del obrar, con el testimonio de la verdad por delante. Lo que contamina precisamente la política es no buscar ese bien común para toda persona. Lo que genera incertidumbre, y falta de solvencia moral, son las actuaciones de aquellas autoridades, vestidas con el traje de la política, que ejercen su labor en plan despótico e irresponsable.
Por mucho lavado de imagen que se haga del político de turno, hay percepciones que no se pueden maquillar. La credibilidad política se consigue a base de dar ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio incondicional a todos los ciudadanos. Es una auténtica tomadura de pelo, por ejemplo, que el político de turno caiga en favoritismos, en formas dictatoriales que lesionen los derechos de la persona o de los grupos sociales, en juegos sucios. Los políticos que deberían ser los menos tolerantes para ciertas cosas son los más para otras observables e inmorales.
La sinceridad y rectitud política brilla por su ausencia, y bajo esta sombra resulta complicado que la política adquiera su verdadera fortaleza, con olvido del propio interés por parte de ejerciente político y de toda ganancia venal.
Resumiendo: Detengamos con urgencia lo que contamina la credibilidad política y la falta total de sensibilidad ciudadana. Creo firmemente que para hacer política, se precisa de una mínima capacidad de resolución a los problemas, de comprensión, de singularidad en la manera de actuar y servir. Comprometerse en política va más allá de cumplir con una obligación, es poner en activo todo lo que uno tiene, la habilidad para sacar adelante aquello que el pueblo en justicia pide. La honestidad es un valor indispensable para asistir políticamente a la ciudadanía. Sólo desde un escenario de confianza, de consenso y conciencia, está garantizado el respaldo político y la credibilidad en la política.
¡GRACIAS A TODOS LOS VECINOS QUE APORTARON DATOS E IDEAS PARA HACER UN RESUMEN DE ESTA REALIDAD DE NUESTROS SERVIDORES POLÍTICOS!.
Mustapic Federico Antonio .

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