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jueves, 15 de abril de 2010

Las escaladas de violencia en Latinoamérica se pueden evitar.

Que la sangre no llegue al río o no llegó la sangre al río son refránes semejantes, que datan desde hace decenas de años. Son utilizados para aclarar ciertas circunstancias cuando un asunto no llega a tener las desagradables consecuencias que en principio se vaticinaban.
Esta frase se dice cuando una disputa o pelea no es tan violenta como en un principio se creía. Cuando parecía que iba a ocurrir algo grave, pero al final el asunto no pasa a mayores.
Muchas batallas se producían cerca de los ríos, por cuanto los pueblos o ciudades se solían fundar en las cercanías de estos.
Los castillos o comarcas, generalmente estaban enclavados en zonas altas para una mejor defensa, además de estar rodeados por un foso lleno de agua perteneciente a algún río cercano. Así, cuando algún ejército ponía sitio al pueblo, en la contienda por la resguardo o arrebato de los derechos a la vida, la sangre de los muertos y heridos corría pendiente abajo hasta alcanzar el agua y teñirla de rojo.
Si la escaramuza era ligera, no daba lugar a que la sangre llegara al río.
Este refrán popular, es útil para evitar complicaciones mayores en nuestras vidas; en otras palabras, no se debe tensar la cuerda hasta que se corte y ésta comparación se entiende, como que no se debe discutir hasta romper vínculos, ya sean sociales, institucionales, comerciales,…
Hay formas y formas de arreglar un conflicto, pero la mejor de ellas es la sagacidad.
Un buen negociador está abierto a escuchar todas las alternativas posibles para evitar una pugna inútil.
La pulseada de ideas es aceptable, siempre y cuando no prevalezca la provocación
desentonada.
Las dificultades hay que evitarlas en lo posible, y los probables conflictos se los debe conducir hasta lograr el mínimo rose posible y eso se logra con el arte de la habilidad del trato cordial interpersonal.
Un buen negociador nunca dice que no; esa palabra no existe en su vocabulario.
El secreto es la visión, proyección del podemos lograrlo, o hablar con una expectativa coherente fundada en la imagen final, con la frase: “estamos más cerca de la solución”.
En todo conflicto debemos ser estrategas, máxime cuando en dicho campo se tocan valores profundos, sensibles de una sociedad herida psicológicamente, moralmente. De lo contrario viene la guerra de una ciudad sitiada y allí sí la sangre llega al río. Sucumbe la diplomacia, se dispara una escalada con todo lo negativo que conlleva. Tener un espíritu sereno, negociador y mediador debe ser el factor demoledor de toda compulsa.
Debemos en todo momento respetar la condición de ser, de nuestro interlocutor
ya que, si alguna de las partes se siente agredida, inevitablemente vendrán las diferencias y no habrá tiempo para subsanarlo en una forma pacífica, civilizada..
Los conflictos se evitan con un dialogo ameno donde el respeto, la estima y la cautela deben descollar en una forma armónica.
Alterarse, levantando la voz, produce el enfrentamiento, donde posiblemente haya un ganador pero el conflicto perdurará en el tiempo y se perderá el objetivo perseguido:
EL BIENESTAR COMÚN
La ganancia está en que ambos grupos salgan satisfechos, saciados, por medio de un diálogo apacible.

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