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jueves, 16 de septiembre de 2010

Los políticos, de los gobiernos corruptos Latinoamericanos, ¿se copiaron de las hormigas?

Indudablemente alguien se copio de este tipo perverso de conducta, de matar al contrincante, aunque sea el mejor para desempeñarse para cierto tipo de actividad en la sociedad. Lo mas seguro fueron nuestros políticos de los insectos. Porque no les alcanza la cantidad de neuronas para mejorar su conducta. En sus genes llevan la marca del no a la justicia social. Y así generacionalmente se reproduce esta conducta de solo promesas y nada de hechos.
La prueba la tenemos que las hormigas tienen códigos donde se respeta una norma y conducta social bien constituida. Lo paradójico del político es que sabe de la existencia de estas normas propias en la colonia, sociedad, pero no las respeta, y eso de cumplirlas menos.
Esta es la razón por la cual tomando de varios escritos de investigadores de insectos sociales extraje lo más sobresaliente con sus conclusiones del porque la hormiga tiene es sus genes la marca para favorecer algún pariente cercano para su perpetuación dentro de la especie y a su vez es capaz de matar a un hermano, cuando ve que el mismo quiere unirse a la reina con genes o características diametralmente opuestas a sus ancestros.
Los insectos sociales (hormigas, abejas, avispas y alguna otra especie de himenópteros) constituyen un ejemplo de la variedad evolutiva de nuestro planeta. En estas verdaderas sociedades, el bien común, programado genéticamente, implica que casi todas las hembras abandonen, normalmente, sus funciones reproductivas, para dedicarse a trabajar por la descendencia de la reina. Aunque existe una gran diversidad entre las diferentes especies, en general en estas colonias las hembras son obreras, salvo una que específicamente se dedica a producir descendencia, la reina. La cooperación y el altruismo son características necesarias, y popularmente se ha tomado como ejemplo a estas hacendosas obreras, incluso como modelo para las sociedades humanas.
Sin embargo, el fenómeno no es tan sencillo como parece. En primer lugar, nos podríamos preguntar por qué y cómo se ha llegado a disponer de esta completa estructura social con hembras trabajadoras y hembras reproductivas, y con el diferente papel que se asigna a los machos. De hecho, entendiendo la selección natural como un proceso en el que los genes se copian de una generación a la siguiente, ¿cómo a través de esta selección se producen en una especie individuos que nunca se van a reproducir? Evidentemente, esta es una visión simplista del complejo entramado de procesos relacionados con la evolución, y de hecho la socialidad que vemos en estas especies de insectos ha ido apareciendo en la historia de la vida en nuestro planeta en diferentes momentos, y no solamente entre insectos (desde artrópodos como algunas especies de arañas a vertebrados como pájaros o ratas). Las hormigas, en las cuales hay una completa división del trabajo de las hembras, muchas de las cuales -las obreras- aunque tengan ovarios no producen descendencia, pero se encargan del cuidado de la prole de las hembras que sí la tienen -una o varias reinas-.
En los años 60 un biólogo planteó que la conducta cooperadora y la división del trabajo de las obreras de los insectos sociales tenían origen genético y que por lo tanto su desarrollo obedecía a los mismos procesos de selección natural del más apto, entendiendo que esa eficacia inclusiva no sólo es la de supervivencia de los genes de un propio individuo, sino que incluye a la de los genes de los parientes genéticos. Una obrera puede ayudar a sus hermanas porque esto supone un beneficio que supera al coste del trabajo que le ha tocado. En biología, esta afirmación, conocida como regla de Hamilton, supone un mecanismo que permite analizar las conductas sociales desde una perspectiva evolutiva.
Un factor clave es la forma en que se percibe ese parentesco, y cómo afecta a la cooperación entre individuos. Desde hace tiempo se había comprobado que en colonias de abejas (Apis mellifera) en las que conviven varias reinas, en la época previa a la separación de la colonia, aparece el nepotismo. Las obreras de diversas sociedades complejas de insectos, cuidan más de la descendencia de las reinas a quienes les une mayor parentesco, e incluso llegan a matar a sus hermanos machos para evitar que fertilicen a una reina que no es hermana de ellas.
Los resultados evidencian que así es: las hormigas obreras favorecen a las de su estirpe cuando están al cuidad de huevos y larvas.
Los datos prueban la influencia de las obreras para conseguir que los genes de sus parientes cercanos se propaguen a las siguientes generaciones, bien porque cuidan más esas larvas, bien porque, como se ha comprobado en casos, llegan al asesinato de pupas no deseadas.
Genes Egoístas
La eficiencia inclusiva, que permite a una hormiga obrera no reproducirse ella misma, pero ayudar a la reproducción de un pariente cercano, tiene su base precisamente en un parentesco genético. De hecho, son los genes el principal sujeto de la reproducción, y, en cierto modo, un individuo es el mecanismo por el que los genes consiguen perpetuarse. Los genes que permiten o promocionan la conducta social producen éxito reproductivo, y estarán más representados en las generaciones siguientes. Esto es lo que acaba promocionando estas complejas conductas cooperativas. Pero también el nepotismo.
Pero como todas las cosas en la naturaleza también está el equilibrio por medio de la sobrevivencia del más apto. Para unos es el oso hormiguero.
Para otros en la faz política el voto.
Federico Antonio Mustapic

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