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miércoles, 6 de mayo de 2009

LAS CALLES DE USHUAIA TIENEN ESE NO SÉ QUE (2)




¿Hay posibilidades de cambiar nuestra vida? , ¿Existen otras alternativas viables? ¿De elegir y no aceptar las soluciones o propuestas tendenciosas?. Nosotros percibimos que es posible, que el tiempo a llegado, durante años fue callarse pero ahora conocemos la intimidad de todo, ya nada se escapa a nuestro control y al ojo incisivo de nuestra sociedad, nos estamos comunicando, cuando no hay un corte de fibra políticooptico (expresión nueva que en breve será aceptada por el diccionario de la Real Academia Española)

La costumbre en las comidas, nos lleva a efectuar una composición de siluetas, contornos, buqués, aromas, colores, y todo esto para disfrutar de un excelente manjar en el mejor momento y saciarnos porque lo merecemos.

Pero los contratiempos, las llamadas telefónicas inoportunas, que alguien nos pregunte algo, que luego explicamos pero cuando nos queremos acordar, ya es tarde, porque la centolla al champagne se recalentó o la pizza quedó más dura que un plato con salsa de tomates encima, todo nuestro disfrute se destruyo, se vuelve un gran mazacote donde solo se distinguen los ingredientes, pero del gusto y del placer nada queda.

Lo de “un cambio, algo bien pensado, la alternativa, vale la pena, te queremos, detectar ...vida nueva...etc.”, entonces, es apenas un deseo que nunca se va a cumplir, aunque hagan el intento de algunos cambios, casi siempre externos: calles nuevas, veredas nuevas , más trabajo nuevo,..claro ahora no hay nada de eso, no existe la obra pública solo algo de cosmética pintando algun cordón cuneta o una nueva senda peatonal y nada más, pero todo con la esencia vieja, y con el mismo cerebro viejo y corrompido.

Es eso exactamente, una llamada inoportuna, molesta e inapropiada, la falta de obra pública o no consensuada es la destructora de nuestros placeres, sueños para vivir nuestra vida en una forma plena.

Hoy tomé un remis, y al salir de casa recorría nuestra ciudad y me preguntaba con que sensaciones nuevas y hermosas me sorprendería un nuevo día que Dios me volvía a regalar. Me dirigía a mi trabajo como de costumbre.

Yo soy de aquellos vecinos discriminados que no tiene un colectivo en el horario para el cual yo lo necesito, porque tengo que entrar a trabajar por cuestiones de compañerismo a las 5:30 horas que es el horario que supuestamente salen los colectivos de las cabeceras, ¿salen a horario?.

Pero volviendo a mi diario paseo, me encontré con que nevaba suavemente. Y dije menos mal que existe la nieve, por lo menos tapa la mugre a la cual nos tienen acostumbrados nuestros dirigentes. Y hablando de mugre me encontré con mi obstáculo acostumbrado y el pánico por un instante en mi imaginación sin buscarlo apareció con la pregunta del millón: ¿pasaremos nosotros?. Como no ví que ninguno se quedaba, me relajé, me anime y empecé a atravesar junto al chofer el camino de agua, mirando la nieve, cuando en ese momento tuve un éxtasis y me dije: ¿Por qué no, un cambio?. Y salí del hecho angustiante, la pileta semiolimpica de la EPET, con nuestro vehículo o transporte público no subvencionado, el remis, ya dispuesto a todo, aún al chapuzón de colección, con los que me deleitaban tanto en mi adolescencia.

Mientras transitaba hacia mi trabajo a marcha lenta, sacando los malos pensamientos, con los baches llenos de agua y sin molestarme por los permanentes esquives de charcos, traté de recordar cuánto tiempo hacía que le tenía miedo al cambio, en esa absorta soledad. En ese instante vino la respuesta a mi mente: “cuando era un niño, debajo de las sabanas, ante el más mínimo ruido ensordecer de un refucilo, tenía miedo”, claro el mucho ruido, luces fuertes y después nada. Exactamente un calco al comportamiento de nuestra clase política, mucho griterío, pánico y después nada.

Descubrí entonces que me había convertido en un promesa-dependiente, de la misma manera que nos vamos volviendo adictos a tantas cosas: al discurso, la chicana, las reuniones programadas, los aprietes infaltables, las personas importantes, el puntero, la caja de sorpresas y ayuda social... cosas, individuos o estilos sin las que ya no somos nosotros mismos, como si la coincidencia pasara por lo que ellos nos prometen.

¿Y si hiciéramos de cuenta que tenemos una nueva oportunidad? ¿Porqué no hacer el intento de desprendernos de a poco de los condicionamientos, de lo que nos quita independencia y nos destruye la libertad?, por ejemplo: del discurso preelectoralista. No tendríamos que llevarlo a todas partes como la tabla de multiplicar, la calculadora o la agenda, “por las dudas”, y no nos sentiríamos en falta, ante las próximas elecciones. Simplemente, saldríamos confiados como hice yo con nuestro chofer de remis y su auto, ante semejante contratiempo, como si nada, porque el espíritu, nuestro verdadero yo, no se gasta con el discurso... ni con abrazos, ni los besos, ni con la risa falsa, ni con el llanto insensible, ni con cada cosa extraña, maravillosa, que puedan usar para convencernos.

SOMOS LIBRES DE ELEGIR LA HONESTIDAD, TODAVÍA PODEMOS CAMBIAR,VOTAR O BOTAR TANTO LO QUE NOS RESPETA COMO LO QUE NOS DESPRECIA, SOMOS LIBRES PARA ELEGIR UN DIRIGENTE NUEVO SIN ENTUERTOS.

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