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martes, 1 de mayo de 2012

POR FAVOR ¡HAGAN SALVAVIDAS CONFIABLES!

Los métodos o formas de los aprendizajes de los niños algunas veces son apasionantes, porque como adultos nos preguntamos:¿Cuál será la forma en que saldrá de esta?
Recuerdo cuando niño estaba de vacaciones en el campo de mis abuelos y en una oportunidad me hablaron de la existencia de una pileta para refrescarnos, en realidad era un tanque australiano, en el cual solo los niños podían ingresar, cuando la gente adulta nadaba o estaba presente, por razones de seguridad. No era muy profundo pero lo suficiente como para que una criatura se ahogue. Era magnífico cuando del mismo se liberaba el agua de color verde, pues se formaba como un arroyo, el cual en su interior albergaba todo tipo de insectos subacuáticos, ¡extraños!, para mi pequeña base de datos del conocimiento.
Pero mucho más agradable a la vista era cuando se lo trataba o desinfectaba con cal viva y se procedía a blanquear su interior.
El contrapiso de nuestra piscina imaginaria consistía en un suelo de cemento. En el verano el sol, abrasaba a su superficie, a tal punto que el agua fresca bombeada desde las profundidades de la tierra por un viejo molino para llenar el tanque, se calentaba a una temperatura agradable para hacernos creer que estábamos en una playa caribeña, de aguas azules. Tal era nuestra alegría que todas las mañanas intentábamos aprender a nadar, pero nunca podíamos lograrlo en el momento del llenado, ya que los vientos en dicho campo no eran permanentes y la cantidad bombeada no alcanzaba como para llenar unos 50 centímetros de profundidad. Todos los días se llenaba un poco.
Allí fue donde aprendí a bucear.
Pero antes de contarles mi experiencia de Flipper. Recuerdo como si fuera hoy, que mis abuelos para una navidad me habían comprado un gallito inflable el cual actuaba como salvavidas y se entendía que debería actuar como mi guardavida. El día del estreno al inflarlo note que tenía un desperfecto, una suerte de globo el cual sobresalía a modo de joroba en la superficie de mi flamante flotador. Comencé a nadar con el gallito que rodeaba a mi cintura para todas partes, iba de aquí para allá, hasta que en un momento se produjo la explosión menos esperada. En ese preciso instante supe lo que era aprender a nadar en un curso superveloz. Mis piernas y manos al “Estilo Perro” me sostuvieron sobre la superficie y pude alcanzar la otro orilla: “el lateral del tanque” y abrazarme a la vida. Jamás me olvide de dicha experiencia. Lo importante de esta historia es que, las circunstancias extremas; nos enseñan a sacar la fuerza interior para sobrevivir.
Aprendemos a luchar por la vida desde pequeños, y aunque las circunstancias no nos sean favorables, podemos sacar fuerzas de la flaqueza. Seguramente que no somos irrompibles, pero sí, somos tenaces, cuando nos presiona el entorno y queremos alcanzar nuestro objetivo.
Luego de mi inesperado accidente con el gallito inflable, aprendí a nadar. No digo que sea un Aquaman, que se comunica con los peces. Pero si puedo decir que no le temo al agua, que se nadar y ¡aún más! he ganado una carrera de natación y todo por culpa del gallito que explotó.
El secreto es ver la enseñanza que nos deja una problema o situación extrema.
Después de pasar por esta circunstancia me quedó algo que quiero transmitirle a todo el mundo: “POR FAVOR ¡HAGAN SALVAVIDAS CONFIABLES!”.
Mustapic Federico Antonio.

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