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martes, 8 de mayo de 2012

NO BUSQUEMOS LEJOS LA FELICIDAD, QUE TENEMOS CERCA DE NOSOTROS

Según las efemérides de la República Argentina hoy es el día de la Virgen de Luján. Por tal razón hoy les comparto un pensamiento que espero que les sea útil.
La vida se nos escapa de las manos con situaciones estresantes. Vamos de un lado para el otro, cada vez más apurados, porque nuestro lugar de trabajo esta lejos o porque los bancos nos hurtaron con guantes blancos un com
ponente que no se recupera jamás, nuestro tiempo. Buscamos la felicidad. Sin preguntarnos antes de iniciar el camino, ¿dónde se encuentra? o ¿Dónde está?. He escuchado muchas historias metafóricas sobre ciertas personas que presentaban un cuadro caótico de su vida.

He elegido para esta ocasión la historia de un hombre muy humilde que vivía en una rancho sencillo el cual tenía un jardín muy hermoso y bien cuidado a pesar de su pobreza. En el jardín había un aljibe y al lado del mismo estaba un Ombú. La humilde casa tenía un palenque cuya sombra proyectaba de acuerdo a las estaciones del año una imagen en una forma difusa como una puerta sobre una de las paredes del humilde hogar.

El gaucho dueño de tan humilde propiedad, en una oportunidad con un calor abrasador, le gana la modorra y con el ella le viene un sueño embriagador, en el cual ve un conjunto de imágenes tan palpables como si fueran reales, que al final de la siesta, se despierta sobresaltado y cuenta su sueño a todos sus amigos lo vivido.

Lo contó una y otra vez. Muchos pensaron que la locura lo había alcanzado, por esa vivencia fantástica después de estar en los brazos de Morfeo. Decía que detrás de una puerta muy clara la cual contrastaba con otras más oscura, que tenía una gigantesca construcción en una ciudad llamada Luján, estaba escondido un tesoro de enorme valor. Y guiado por causa de ese sueño de visita obsesiva, que se le había hecho carne, porque era una y otra vez, todas las noches. El sueño le volvía en forma perturbadora, a tal punto que casi lo enfermaba.Fue así que un día cansado de no poder dormir bien y cabecear sobresaltado, que decide hacer un viaje a esa ciudad, Luján, a buscar esa puerta donde detrás de la misma esperaba encontrar el tesoro, su tesoro.

Ahorró dinero y, cuando ya lo tenía, emprendió el viaje llevando una llave maestra que le prestó un amigo cerrajero para así poder abrir esa puerta. Llegó de noche, no conocía a nadie ni nada de esa ciudad tan extraña, era una noche cerrada, hasta pensó que no era ese el lugar, el nombre si lo era, porque distinguió un cartel indicativo del pueblo. Agotado del viaje, decide buscar un lugar donde dormir, lo encuentra y se acuesta. Cuando le gana el agotamiento, el sueño vuelve inquietandolo una vez más, hasta que ya no pudo soportarlo, se levanta deja la pensión y comienza a caminar y ve entre la penumbra una gigantesca construcción, la cual tenía varias puertas como las de su sueño, a escondidas decide probar su llave maestra para abrir la puerta de su sueño. Pero tiene mala suerte porque después de buscar inútilmente detrás de la misma su tesoro, es sorprendido por un sereno el que lo conduce ante el arzobispo al que anticipadamente le han explicado lo sucedido. Al ver al hombre en su presencia, el prelado le pregunta sin perder tiempo:

¿Se puede saber qué hacía usted en la catedral a estas tan altas horas de la noche?

El gaucho le responde con toda sinceridad, nervioso por las consecuencias de su clandestina exploración:

“Soñé, durante varias noches seguidas, que detrás de una puerta muy clara la cual contrastaba con otras más oscura que tenía una gigantesca construcción en una ciudad llamada Luján, estaba escondido un tesoro de inmenso valor. Y vine a buscarlo.”

El arzobispo, calmadamente, le contesta:

¿Cómo puede ser tan ingenuo, tan desquiciado, tan inocente? ¿Por qué le hace caso a su imaginación o sus sueños?. Usted tiene que guiarse por las cosas que se ven o perciben, lo que nos habla de forma incuestionable. Deje de divagar por causa de sus sueños y guíese sólo por lo palpable.

Yo también he conocido a personas soñadoras como usted. Me acuerdo que en una oportunidad en un retiro espiritual conocí a una persona, que como usted, también había soñado que en una casa muy humilde no muy lejana a un par de leguas de aquí, vivía un gaucho honrado, el cual vivía en una rancho sencillo el cual tenía un jardín muy hermoso y bien cuidado a pesar de su pobreza. En el jardín había un aljibe y al lado del mismo estaba un Ombú. La humilde casa tenía un palenque cuya sombra proyectaba de acuerdo a las estaciones del año una imagen en una forma difusa como una puerta sobre una de las paredes del humilde hogar. Y al final me dijo: aquella persona que lo encuentre y rompa dicha pared detrás de la misma encontrará un incalculable tesoro. Pero, ¡qué ridículo sería pensar que esto es cierto!.

Vuélvase a su hogar, olvídese de los sueños, que yo me olvidaré de su historia y hagame caso crea solamente a lo que ven sus ojos.

El hombre escucha atentamente al prelado, le agradece su recomendación, se despide y vuelve a su casa. En cuanto llegó, sin dormir siquiera, toma un martillo, un cortafierro y empieza a romper la pared, allí exactamente donde ese hombre desconocido le había contado al arzobispo, en su sueño que estaba escondido el tesoro. Sí, así es: En el jardín había un aljibe y al lado del mismo estaba un Ombú. La humilde casa tenía un palenque cuya sombra proyectaba de acuerdo a las estaciones del año una imagen en una forma difusa como una puerta sobre una de las paredes del humilde hogar.

Al final me dijo: "aquella persona que lo encuentre y rompa dicha pared detrás de la misma encontrará un incalculable tesoro". La historia terminó ser cierta: el tesoro existía, pertenecía a un familiar, el cual lo había escondido en la pared mencionada al principio del relato, hacía cientos de años para que nadie se lo robe. Donde y como consiguió dicha fortuna es otro tema.

¿Cuantas veces comenzamos hacer cosas extravagantes en busca de la felicidad?.

La buscamos en los bienes, en el dinero, en el reconocimiento, en el poder, en la fama, fortuna en los mismos viajes de placer…

Pero la lección es esta: Nuestro Tesoro está en Nuestro Hogar con Nuestra familia, con nuestro trabajo, y nunca debemos dejar de creer en nuestro propio corazón el cual debe estar lleno de Fe y Fe en un Dios Infinito, el cual aún por sueños nos habla cada día.

Vagabundeamos muchos kilómetros dolorosamente buscando la eterna felicidad, cuando a la misma la tenemos junto a los que nos aman en nuestra propio Hogar.

Mustapic Federico Antonio

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