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jueves, 4 de junio de 2009

Miraba por un Telescopio para observar los cráteres de la Luna, de esto hace mucho tiempo.



Y por un instante tuve una sensación de haber hecho un viaje espacial instantáneo a la superficie de nuestro satélite natural, al percatarme que las calles de nuestra ciudad tienen esa topografía como la de los accidentes de la superficie lunar. Agujeros por acá, allí y por el más allá, todo parecía un lugar donde varias bombas habían caído consecutivamente y destruido la capa asfáltica por su explosión sobre la misma. Hablar de las características, de las trazas de estos caminos sobre el ripio o la tierra era peor, todo estaba deformado, ladeado además de los cráteres anteriormente nombrados.
Ushuaia poco a poca se va asemejando a los grandes paisajes lunares o marcianos por las características de sus calles, llenas de agujeros.
Todo contribuye para que nuestro manejo o atropello por no decir lo peor, la matanza del transeúnte, pase desapercibida porque ni fosa necesita el pobre, porque lo destruimos llevándolo por adelante. Como aquel que a pesar de haber incurrido en varios hechos de mal manejo, seguía manejando hasta ese día fatídico donde arrastró a una vecina por más de 500 metros enganchada la pobre al chasis y carrocería del auto del incompatible social, para terminar con su vida.
Muchos de nosotros, vecinos de una y mil penurias, vamos como mamados montados o no sobre un auto, skate, rolers, bicicleta, moto, o sobre nuestros dos pies: saltando o zigzagueando, lo que más le guste. Es que la calidad deplorable de la capa asfáltica, calles, cordón cuneta, veredas, fuerza al transeúnte, conductor a repartir su vigilancia entre los agujeros, hoyos , boquetes de la vereda, caminos , o contorsiones de otros paseantes descocados o no, como también automovilistas que, como cualquiera, pueden atravesar a toda velocidad por cualquier parte de la calzada.
Al menor descuido, cualquiera vecino, turista, abuelo, abuela, puede dejar la salud.
Ni que hablar de los autos cuando las ruedas caen en un bache capaz de cortarle la cubierta hasta la llanta o doblarle la punta del eje, con la consiguiente pérdida de paz, armonía, salud, tiempo, y demás, o lo peor, su herramienta de trabajo como lo es el vehículo.
Nuestra ciudad ¿es otro Buenos Aires, o un reflejo de la política cansada y lastimosa?.
Las veredas o las calles que tiene el fueguino por delante, ¿no serán una advertencia? ¿No será tiempo de poner manos en el arado? ¿Por todos los lados no vemos el abandono de la Tierra del Fuego?


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