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lunes, 3 de mayo de 2010

Arreglando una pavada podemos solucionar el problema de toda una sociedad

La importancia de un sifón en una pileta de patio es clave.
Hace muchos años el dueño de un hotel estaba construyendo 4 habitaciones más, a las ya existentes.
El empresario hotelero había contratado a un constructor, recomendado por unos buenos trabajos realizados en un conjunto de viviendas de ciertos conocidos suyos.
Dentro del convenio había acordado traerlo desde Buenos Aires y dentro de lo pactado figuraba, casa, comida y pago de la obra. Hasta allí todo bien.
Uno es confiado en las personas que normalmente contrata y no está para supervisar o estar encima en forma permanente.
Pero existe un dicho que dice: “que el ojo del amo engorda el ganado”, es cierto no solo para los negocios sino para todas las cosas de la vida.
Una vez constatada la finalización de la obra, inauguró las habitaciones a las pocas semanas.
Todo funcionaba bien, hasta apareció el primer problema de los tantos que encontró, por no controlar y ser excesivamente confiado.
Resulta que los cliente se quejaban por un olor nauseabundo en una de las habitaciones. Estuvo días tratando de entender lo que estaba pasando, pensó que entre alguno de los paneles de Durlock, que conformaban las paredes de la habitación, existía un roedor muerto. No, nada de eso podía ser posible, por cuanto todo fue sellado en el mismo momento de su construcción.
El olor era muy peculiar, pero no siempre se manifestaba, solo acontecía cuando la habitación estaba cerrada. Dedujo que era un aroma proveniente del exterior.
Como conclusión, intuyó que lo único que puede venir del exterior era el aire viciado y el cual se evacuaba por la rendija del baño. Todo fue deductivo. Después de un proceso de prueba y error obtuvo la respuesta al problema: “la pileta del patio no tenía colocado el sifón correspondiente, para cortar el retorno de los gases del pozo ciego”.
Días más tarde, el efecto anterior se volvió a producir, en otra habitación. Descubre que la falla era la misma y se repitió en todas las habitaciones.
De este pequeño relato, automáticamente me surgen ciertas observaciones referentes a los problemas en los cuales nos vemos imbuidos los vecinos en nuestra sociedad. Uno confía en los docentes, funcionarios, médicos, organismos del estado, policías, prestadores de servicios públicos, etc... Creemos, confiamos en ellos, pero la realidad no es tan automática, aunque les demos todo lo necesario para su correcto desempeño, uno como vecino debe estar controlándolos.
Nada va a suceder de golpe, el olor nauseabundo se propagará de a poco. Por un instante pensaremos que nosotros hemos fallado, que algo se nos escapó, algo de la estructura falló, nos echaremos la culpa de nuestro ambiente. Hasta que todo sale a la luz. La corrupción se quedó con el sifón, con algo que era necesario para que el resto funcione correctamente.
Todo es así pensamos que una picardía no nos va afectar, pero el pequeño robo del tiempo, el hacer las cosas así no más, van dinamitando poco a poco todo lo que nos rodea.
Digo. ¿ No será tiempo de controlar que los sifones de nuestra sociedad estén bien colocados o en su lugar?. Pensemos un momento. Usted se dará cuenta que es así.
Dios quiera que no sea tarde. Porque si se demora en detectar el problema, puede perder la oportunidad de hacer un bien a los demás. Coloque el sifón en su lugar, para que no pudra su entorno, su medio, su familia, la sociedad.
Federico Antonio Mustapic.

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