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miércoles, 5 de mayo de 2010

Ser ciego en Ushuaia

Veredas rotas, carteles mal colocados, rampas mal
hechas, son algunos de los obstáculos que enfrentan los no videntes en la
ciudad.
Los que ven, no la ven. Es una ciudad con veredas rotas y desniveles, con
carteles comerciales o municipales mal colocados, que impiden el paso y
provocan accidentes, con
rampas en las esquinas que están mal hechas, con baches en los cruces
peatonales que además de romper los autos se convierten en obstáculos para
más de un ¿2% ?de los habitantes de Ushuaia. Los que, de verdad, no
pueden ver.
Después de años de discriminación y de una cultura que los señala como
diferentes y excluidos sociales, las personas con alguna discapacidad suelen
expresarse con mucha humildad y casi pidiendo perdón porque les hacen falta
cosas diferentes, especiales. Necesitan una ciudad sin barreras, algo
bastante difícil de conseguir porque exige un cambio cultural y una
inversión fuerte por parte del Estado.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Richard Hoover diseñó para los
veteranos que habían quedado ciegos un bastón blanco que los ayudara a
orientarse con autonomía y de manera segura, además de servirles como
distintivo. Pero para que las técnicas de uso del bastón den resultados
favorables, las ciudades deben ser previsibles: "no tiene que haber
obstáculos. No deberían existir los pozos, los cordones o los carteles mal
colocados", dijo Antonio Rodríguez Soto, presidente de APAC (Artistas
Plásticos Argentinos Ciegos). La imprevisibilidad impide también el uso de
perros guía porque éstos están adiestrados para cruzarse delante de la
persona ante la inminencia de un obstáculo. "Acá vivirían impidiendo el
paso", agregó este sociólogo que quedó completamente ciego después de
cumplir los 50 años.
Aunque tiene un resto de visión en un ojo, Analía Zahra enfrenta a diario
los mismos problemas que las personas con ceguera total. "Lo primero que me
encuentro al salir de mi casa son las veredas rotas y también los carteles
que están ubicados a la altura de la cara", contó esta psicóloga de 30 años

que intenta recorrer la ciudad por sus propios medios.
"Los invito a
observar a un ciego por la calle y van a ver que siempre tiene un chichón o
una curita que tapa algún golpe por la falta de advertencias de los
obstáculos que se presentan del antebrazo para arriba, donde el bastón no
los detecta", dice la arquitecta Silvia Coriat, experta en accesibilidad de
la Fundación Rumbos y REDI (Red por los Derechos de los Discapacitados) y
autora de Lo Urbano y lo Humano - Hábitat y Discapacidad.
La culpa de que existan estos obstáculos no es sólo del gobierno. Son los
comerciantes quienes cuelgan carteles, sacan las mesas de los bares o los
productos que venden a la vereda (muebles, cajones de verdura, juguetes o
ropa) o instalan toldos muy bajos a la altura de la cabeza de la gente. El
arreglo de las veredas es responsabilidad del propietario de la casa, a
menos que se trate de una ruptura originada por un árbol o por la misma
municipalidad. En ese caso debe repararlas el Gobierno de la Ciudad, que
también es el responsable de arreglar las veredas de todas las instituciones
públicas.
La arquitecta Silvia Coriat explica que para las personas con discapacidad,
la esquina es considerada un punto de intersección complejo porque abarca el
cruce, la ochava, el tránsito y los semáforos. La información es múltiple y
el peligro también.
Las rampas nuevas se están construyendo del ancho de la senda peatonal y
alrededor tienen una línea de baldosas que presenta una textura diferente.
Hay caminos construídos con esas mismas baldosas de textura diferente que
llegan a la pared de los edificios y su función es la de señalar recorridos
para los no videntes de acuerdo a las normas IRAM, que son de aplicación
voluntaria. "Los ciegos crónicos detectan datos que les anuncian que están
llegando a la esquina. Reconocen sonidos diferentes, una brisa distinta, se
orientan por la ochava. El bastón brinda información a través de una
combinación entre el rebote y el sonido. El cambio de texturas permite
rebotes del bastón diferente y es un buen modo de ofrecer información",
señaló Coriat.
Una de las técnicas que les enseñan a los ciegos como entrenamiento para
usar el bastón es la de caminar en línea recta. Como las rampas rara vez
están alineadas, es común que una persona ciega parta de una para cruzar y
del otro lado de la calle se encuentre con el cordón u otro obstáculo. "Yo
casi nunca me guío por la rampa porque no te sirven para ubicarte. Muchas
veces me llevan al medio de la calle y no están construidas a 90º que es lo
que correspondería", contó Cristian López, de 28 años, que quedó
prácticamente ciego y debe sortear obstáculos a diario .
En las esquinas también están los semáforos. En toda la ciudad de Buenos
Aires hay apenas nueve para ciegos ¿Cuantos hay aquí en Ushuaia? y uno está en reparación. "Hacer esa cantidad es tirar el dinero, o son todos o ninguno"
, dijo Rodríguez Soto.
Graciela Muñiz, Defensora Adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires,
dijo que el organismo es el encargado de hacer presentaciones ante el
Ejecutivo pidiendo semáforos o que actúe ante los obstáculos de la vía
pública como, por ejemplo, los puestos ambulantes, y contó que hay escuelas
para ciegos que hace dos años que están tramitando su semáforo. Todavía no
tuvieron respuesta.
¿Cómo ayudar?
La psicóloga Analía Zahra recomienda preguntarle a la persona ciega qué es
lo que necesita. "A veces, la gente en el afán de ayudar ofrece más ayuda de
la que necesitás", dijo. Cristian López contó que a un amigo que estaba
esperando a alguien en una esquina lo cruzaron dos veces. Para las personas
ciegas es importante indicar el modo en que necesitan ser guiadas:
"generalmente es el ciego quien debe tomar al guía, que camina un paso
adelante, del hombro o del brazo", aconsejó Zahra.
Inseguridad

Como todos los ciudadanos del país, los ciegos enfrentan hoy a una nueva
adversidad: la inseguridad. "Es muy fácil robarle a un ciego y muchas veces
los delincuentes nos asaltan sin conseguir robarnos nada", aseguró Antonio
Rodríguez Soto. Antonio atribuye al miedo la poca concurrencia a los
talleres de arte y comunicación social que se dictan en APAC. "Entre 1995 y
2000 teníamos alrededor de 120 miembros. Hoy concurren apenas unas 30
personas", se lamentó.
Queda en Ud Sr. Vecino seguir votando la mala costumbre del DOLCE
FARE NIENTE , PODEMOS CAMBIAR.
VOTEMOS CON LA CABEZA Y NO OLVIDANDO QUE CUANO PUDIERON NO HICIERON NADA, PORQUE LO POCO QUE HICIERON ESTA TODO ROTO O NO SIRVE O ES OBSOLETO.

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